El ser humano aspira a ser libre, es algo que lleva en sus
genes, aunque en casos como el de la actual crisis económica se llega a
plantear si es mejor elegir entre libertad y seguridad. En el fondo los
dos aspectos están íntimamente unidos, ya que la seguridad protectora es
una de las libertades.
Las cinco libertades
esenciales del ser humano son las libertades políticas, los servicios
económicos, las oportunidades sociales, las garantías protectoras y la
seguridad protectora.
Las libertades políticas -donde también se incluyen los derechos
humanos- son las oportunidades de los individuos para decidir quién nos
debe gobernar y con qué principios, y comprenden los derechos que
acompañan a la democracia en el sentido más amplio de la palabra.
Los servicios económicos son las oportunidades de los individuos de
utilizar los recursos económicos para consumir, producir y realizar
intercambios. En la relación entre la renta nacional y la riqueza, por
una parte, y los derechos económicos de los individuos, por otra, son
importantes no sólo las consideraciones agregadas sino también las
distributivas, tanto como la forma en que se distribuyen las rentas
nacionales.
Las oportunidades sociales hacen referencia a los sistemas
educativos, sanidad, etcétera, e influyen positivamente en la vida
privada, como es lógico, pero también en las actividades económicas y
políticas.
Las garantías de transparencia hacen referencia al mínimo grado de
confianza que pueden esperar los individuos: la libertad para
interrelacionarse con la garantía de divulgación de información y
claridad. Estas garantías inciden en el sentido ético de las actividades
de los individuos, pues sirven para prevenir la corrupción, la
irresponsabilidad financiera y los tratos poco limpios.
La seguridad protectora es vital para proporcionar una red de
protección social que impida que la población más vulnerable, ante los
cambios materiales que afectan negativamente a su vida, caiga en la
mayor de las miserias y, en ciertos casos, incluso en la inanición y la
muerte. Aquí entramos de lleno en la política social, al tener en cuenta
los mecanismos institucionales “fijos”, como las prestaciones por
desempleo y las ayudas económicas fijadas por ley para los indigentes,
así como los mecanismos “ad hoc”, como las ayudas para aliviar las
hambrunas o el empleo público de emergencia para proporcionar unos
ingresos a los pobres.
Algunos defendemos la necesidad de estas libertades por encima de la
utilidad (según los partidarios del enfoque del bienestar), e incluso de
los bienes sociales primarios de Rawls. Considerando como prioritarias
las oportunidades reales de los individuos para alcanzar sus objetivos,
habría que tener en cuenta no sólo los bienes sociales primarios que
posean las personas, sino también las características personales
relevantes que determinan la “conversión” de los bienes primarios en la
capacidad de las personas para alcanzar sus fines.
(Publicado en el Diario Progresista el 19 de octubre de 2012).
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