jueves, 29 de septiembre de 2011

Posmodernidad literaria (II)

En el mundo capitalista globalizado está surgiendo un nuevo público lector, menos culto que el que leía a los escritores de vanguardia de las primeras décadas del siglo XX, pero que tiene otras capacidades para entender los avances tecnológicos y culturales del proceso económico.

Es un lector que busca ciertas cosas en un libro, como pasar el tiempo lo mejor posible, y divertirse. No obstante, también existe un lector que intenta descifrar los enigmas y las claves planteados en el texto, que interesa a los escritores comprometidos con el arte de este tiempo, y no al escritor de “best sellers” que se conforma con recibir un sueldo cada año por cada obra de encargo.

Ese lector puede vivir en cualquier lugar, o tener preocupaciones distintas de otros lectores que, como él, están leyendo el mismo libro. Pero eso es lo de menos, lo importante es que comparte las mismas necesidades, ideas y manera de pedir “auxilio” para salir del caos en que vive inmerso. Los escritores, por su parte, están sugestionados por el fenómeno de la autoconciencia, lo que influye en la supremacía del fenómeno del “yoísmo”.

La novela no tiene por qué tener un final, ni malo ni bueno, porque la vida de tampoco lo tiene. El final es la muerte, por supuesto, pero nadie quiere pensar en ello. Es mejor creer que las cosas malas se van a solucionar, y que pueden recibirse ciertas enseñanzas del libro que se está leyendo. Lo importante es el camino que se recorre con el autor, alguien que permite al lector hacerse todo tipo de preguntas, aunque no tengan una clara respuesta.

Es necesario confiar en los demás, en este caso en la magia de la literatura, y buscar un final para los problemas de espíritu. Cada lector puede encontrar un final adecuado, inventárselo, como una especie de proyección antropológica de su propio ser sobre la obra. Ese final abierto se relaciona con los espacios en blanco de la novela, tan esenciales como el “vacío del lienzo” y “el silencio en la música”.

(Publicado en el Diario Progresista el 23 de Septiembre de 2011)

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