domingo, 27 de noviembre de 2011

La lámpara maravillosa (y II)

¿Ya se han mirado en el espejo durante diez minutos? Entonces habrán podido describir sus sensaciones, y sentirse más cercanos al conocimiento. En el fondo la respuesta está dentro de nosotros mismos, en nuestro interior, a través del camino más corto (y a la vez más largo) que nos podamos imaginar.

En la lámpara maravillosa de Valle-Inclán se encuentran alusiones a los pitagóricos, al Renacimiento, al misticismo primitivo, a Nietzsche, así como elementos simbolistas y astrológicos. Valle lo transporta todo al mundo de la estética, a pesar de su complejidad.

El complemento de este tratado de estética es su poesía. “Aromas de leyenda” prepara el camino a la lámpara. Es un libro subjetivo, modernista-simbolista. Ahí está la religiosidad gallega. Darío se refirió a la “intensidad” y la “dureza” para referirse a Valle. Las imágenes de Valle son de otro mundo. Por eso en él también hay ecos de Garcilaso, Virgilio, Juan de la Cruz, incluso de Verlaine.

En “La pipa de Kif” se encuentran poemas de tipo social, pero también de tipo alucinógeno. Hay misticismo, droga y poesía tradicional. Es una especie de flores del mal, donde intenta justificar, teóricamente, otro mundo, que en la lámpara se convierte en estética, como tratado místico que reúne todas sus experiencias de la otredad. De la aridez del ermitaño surge el éxtasis, y de aquí se llega a la belleza, la intuición de la unidad. La belleza es el camino a lo divino.

La lámpara y los esperpentos se neutralizan, y surge el objetivismo. Lo esencial es el poder mágico de despertar emociones por parte de las palabras. La vivencia que le queda al lector es la experiencia intuitiva del misterio que ha de ser descifrado.

(Publicado en el Diario Progresista el 25 de Noviembre de 2011)

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