viernes, 27 de julio de 2012

Todos no somos culpables de la crisis (y III)

La cohesión social se basa en la ausencia de marginación y pobreza, y en la disminución de las distancias de las desigualdades sociales. El modelo económico europeo no puede dejar de lado un sistema productivo que cuide el medio ambiente y se dirija al logro de la calidad de vida. 

El proceso de la liberalización en que se encuentra inmerso no debe olvidar los sectores de interés general, no negociables, relacionados con el concepto de soberanía nacional, así como los componentes del estado de bienestar “europeo”, tan distinto del norteamericano, con aspectos básicos como la sanidad, la educación, la vivienda o la redistribución de la renta.

En este sentido debe hacerse referencia al principio europeo de precaución (sólo se comercializan productos si se sabe que no son nocivos), bien diferente del enfoque norteamericano (se comercializa mientras no se demuestre la nocividad del producto).

De ello dependen la seguridad alimenticia y la protección de los ciudadanos. En definitiva, vale más una regulación del comercio mundial, aunque sea imperfecta, en la que pueda hacerse oír la voz pública de los estados, que un mercado mundializado en el que domine sólo la ley de la oferta y la demanda.

Una idea similar debe presidir la política financiera, en la búsqueda del desarrollo de una regulación y una supervisión de las entidades financieras a un nivel auténticamente europeo, lo cual puede depender en buena medida de los avances que traiga consigo la “Unión Política” entre los estados, así como el curso de los acontecimientos, como las crisis de importantes entidades bancarias europeas que cuestionan el actual estado de cosas derivado de una supervisión que se ejerce de forma fragmentada, aunque responda a unos principios comunes de actuación.

Ciertos fenómenos son preocupantes en ese sentido, como el empleo de información privilegiada en las operaciones financieras, la especulación egoísta en los mercados financieros, el blanqueo de dinero de operaciones ilegales (tráfico de armas y drogas, entre otros), la financiación ilegal de los partidos políticos y la corrupción político-financiera. Esta realidad cotidiana pone de manifiesto la necesidad de contar con un conjunto de normas que regulen tales situaciones, que las prevengan y sancionen, recogiendo las grandes líneas de la ética en materia económica o empresarial en general y financiera en particular.

3 comentarios:

  1. Efectivamente, todos no somos culpables de la actual crisis; por ello es importante, y muy de agradecer, que los que tienen autoridad académica levanten su voz por los que no tenemos casi ninguna.

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    1. Gracias, Rafael, es lo que he hecho toda mi vida. Un saludo. Justo

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  2. Pura paja, no me extraña que España esté ardiendo.

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