sábado, 23 de julio de 2011

Hilo de plata

“Hilo de plata” es una novela de Ángel García Galiano publicada por Dhyana Arte en 2011. La primera impresión que se recibe después de haberla leído es que trata con respeto a sus lectores (esos lectores “modelo” a los que me referí en mi anterior artículo en este periódico siguiendo la estela de Umberto Eco, aunque éste acabe de desdecirse al insinuar que piensa simplificar “El nombre de la rosa” para ganar más lectores). Y ese hecho es esencial, ya que estamos amenazados por una abundancia de novelas (policiacas, históricas, etc.) que dicen llamarse literarias, pero menosprecian al lector en cada página.


 La primera novela de García Galiano, “El mapa de las aguas” (Mondadori, 1998), supuso el arranque como narrador de un escritor serio, culto, comprometido (con la vida y con el lenguaje), y alcanzó cierta repercusión entre críticos y lectores. Además de novelista, García Galiano es poeta, como muestran sus poemarios: “Liturgia de las horas” (Huerga y Fierro, 1998), tan rilkeano, “Oculto mensajero” (1981) y “Tierra prometida” (1988), que poseen características estilísticas muy similares a las de sus novelas.

También es profesor de Teoría de la Literatura y Literatura Comparada en la Universidad Complutense, y un seductor nato como docente, de lo cual puedo dar fe, ya que fui su alumno hace unos años (a pesar de que tengamos, prácticamente, la misma edad). Sus clases son una parte esencial en su vida, y quizá por eso atrapa con tanta fuerza a sus alumnos con su discurso inteligente, cálido y cercano.

“Hilo de plata” son dos novelas en una: las historias de Pablo y Aurora que se pueden leer de atrás hacia adelante, y a la inversa, porque hablan de dos personas normales y corrientes que no terminan de encontrarse. En sus páginas se observan ecos del Quijote (en realidad es como un leitmotiv que se repite en toda su producción), desde la línea espacio/temporal hasta el discurso narrativo. Incluso la nostalgia que destilan esas páginas debe mucho a Cervantes.

Las dos historias se estructuran en una especie de círculos concéntricos, pero Aurora lo hace desde lo más íntimo, y en su semántica se aprecia una verosimilitud cercana. Su historia está atravesada por la idea de la intolerancia. García Galiano opta por la defensa de los valores del humanismo (cristiano o no, eso es lo de menos), como no podía ser de otra forma, ya que es un humanista convencido, capaz de mezclar los avatares de una vidas sencillas con un mundo atroz, dominado por las guerras y la ignorancia.

El libro de Pablo es la réplica perfecta al de Aurora. Su estilo es diferente, menos poético, incluso duro y seco en ocasiones, quizá porque es la única manera de describir lo que siente una persona atrapada por el extremismo religioso más nocivo, y también ignorante. No suele ser habitual encontrar en la literatura española una descripción tan inteligente y, a la vez, desencantada de ese mundo religioso.

Los mundos de Pablo y Aurora se funden al final (o a mitad de la novela, por la curiosa forma en que está construida), pero lo que de verdad los unifica es el lenguaje, que poco a poco confluye en ambas historias.
La publicación de su siguiente novela, “La casa sin palabras”, cuyo manuscrito he tenido la suerte de leer, también merecerá otro artículo. Sólo puedo adelantar, en ese sentido, que tal vez sea su mejor novela. Don Quijote sigue cabalgando de alguna forma -aunque sea en la mismísima África-, y eso da pie a pensar que García Galiano debe seguir describiendo el mundo inagotable que lleva dentro.  

Utilizando el argumento de los “dos” libros de “Hilo de plata”, es de desear que los “dos” mundos de García Galiano sigan cabalgando muchos años por las tierras de la Mancha, la enseñanza y la literatura.

(Artículo publicado en el Diario Progresista, el 22 de Julio de 2011)

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