viernes, 8 de julio de 2011

Elogio de la lentitud: entre Wagner y los Transformers

Vivimos en un mundo sin tiempo. El tiempo ha desaparecido por culpa de la prisa, de lo rápido, de la absurda necesidad de hacer cosas a todas horas, en cualquier momento, como si no tuviéramos “tiempo” para hacerlo más tarde, cuando queramos, si es que en algún instante nos apetece hacerlo.


En los últimos días he tenido ocasión de comparar la diferente concepción del tiempo, incluso del arte, gracias a dos películas: “Transformers: El lado oscuro de la Luna” y la versión en video de la famosa tetralogía de Wagner: “El anillo de los Nibelungos”.

Tal vez a algún lector pueda parecerle una herejía comparar estas dos manifestaciones artísticas tan diferentes, pero a mí me viene bien para meditar, con brevedad, sobre este tema. Al menos me justificaré diciendo que, en ambos casos, he estado acompañado por mi hijo adolescente, verdadero fan de los “Autobot” y los “Decepticon” desde la primera película. Así que llegamos a un acuerdo: yo le acompañaba a ver las correrías del joven Withwicky (con su nueva chica florero), y a cambio él se sentaba en el sillón conmigo para ver y escuchar “El oro del Rin” en la versión de Levine desde el Metropolitan.

La primera sorpresa es que le fascinó la ópera de Wagner (lo que me permite corroborar algo que sabía desde hace muchos años, la animadversión secular de buena parte de los españoles por la ópera y la música clásica en general es una consecuencia de la falta de educación musical), mientras que yo me dormí durante una buena parte de la película de los transformers.

Pero, lo que me interesa recalcar es la rapidez con la que transcurren las dos horas y media del film de Michael Bay, con chillidos, saltos y destrozos continuos (incluida la propia Historia, con mayúsculas) y la lentitud de los movimientos de los personajes de Wagner, desde Wotan a los gigantes o los nibelungos. Más de 150 años separan las obras de Bay y Wagner, y los seres humanos debemos soportar una realidad irracional, que bascula entre lo lento y lo rápido, lo viejo y lo moderno, o lo que nos dicen que es lo viejo y lo moderno.

(Publicado en el Diario Progresista el 8 de Julio de 2011)

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