"Rondó alla Murakami o la música de una biblioteca (infinita)"
Por José Zurriaga
Mitos, símbolos, imágenes, metáforas, dobles, espejos, llegan,
nos alcanzan y pasan, atravesándonos en el ensayo de Justo Sotelo "Los
mundos de Haruki Murakami" (Izanaeditores, 329 páginas, Madrid, 2013).
Diálogo invisible entre mundos, recuerdos perdidos en flash-backs, pozos
y animales que hablan, todo esto nos lleva a discurrir por el mundo
perdido que crea la mente de Justo Sotelo sobre la mente perdida y
vuelta a encontrar, de Murakami.
“Viaje al mundo
perdido” podría ser el libro de cabecera, junto con el “Viaje al centro
de la Tierra”, del lector enjundioso de este ensayo. Las escenas y los
monstruos maravillosos abundan, pero de un modo diádico: Justo Sotelo
los presenta y los hurta simultáneamente. Juego de manos semántico y
estructural para construir una caja negra (recuérdese: artefacto
científico que conecta un estímulo y una respuesta sin conocer los
procesos ocultos que los vinculan) cuya llave se tragó un carnero muy
querido por ambos, Sotelo y Murakami.
Y es que vemos desfilar ante nuestros ojos el envés de la trama de
una novela no escrita por Sotelo, pero fabulada en el mundo, no de las
Mil y una noches, sino del código binario informático. Al igual que los
códigos en ristra de lágrimas de la película Matrix, sabemos que está
ahí toda la realidad fabulada, pero aunque la vemos no logramos
descifrarla porque no conocemos el código que la regula. Leemos un
ensayo crítico, sí, pero no leemos mientras leemos, una novela. Murakami
presta todos sus elementos, -y al final de su lectura acabaremos
sabiendo mucho del escritor japonés y de su obra- transformados y
resituados por obra y gracia de Justo Sotelo.
Los enigmas, los sucesos imprevistos, el despliegue de tramas para
que se interroguen los solitarios, inseguros y extraños personajes de
Murakami, se conectan entre sí mediante el doble, símbolo platónico y
telúrico que llama a Sotelo al despliegue de maravillas del mundo de
Murakami.
Armado de sus conocimientos de teoría literaria, el ensayista elabora
una poética en un mundo paralelo imbricado con los relatos y novelas de
Murakami. Amor y erotismo juegan con los sentimientos y la conciencia
del sexo y del mundo de los personajes. Tótemes son los aparatos del
poder, encarnados en los medios de comunicación y la economía. Tabú y
clave de bóveda es la historia de Edipo, en sus versiones japonesa y
griega.
Literatura, cine, historia, música, mucha música, tanto clásica como
jazzística y popular, ordenan y dan ritmo a las fantasías y ensoñaciones
que se encadenan en las frases envolventes que en elipses sucesivas
conforman la biblioteca virtual que contiene este ensayo. No sé si
biblioteca infinita porque la muerte no nos alcanzó al concluir su
lectura. Pero es que hay un juego final, que no desvelaré, llanamente
mostrado como conclusiones y que propicia una suerte de bucle recurrente
que sólo se podría cancelar zambulléndose una y mil veces en la
relectura de “Los mundos de Haruki Murakami”, de Justo Sotelo.
(Diario Progresista 20 de septiembre de 2013)