viernes, 24 de junio de 2011

Nadie lo puede creer

Éste es el título de una obra de teatro que todavía puede verse en el Teatro Español de Madrid, interpretada por la compañía La Zaranda (“Teatro inestable de Andalucía la Baja”, como se autodenominan a sí mismos).

Uno llega a la Plaza Santa Ana, y a pesar de estar rodeado de extranjeros, manifestantes, personas enfadadas con todo el mundo, etcétera, todavía puede entrar en un teatro y olvidarse durante hora y media de una ciudad llena de aparatos de aire acondicionado (¿o era una ciudad sin río ni catedral?)

Y en el teatro más antiguo de la ciudad vuelves a plantearte las preguntas eternas del escritor: qué es la realidad y qué la ficción, qué es la vida y qué la muerte. El tiempo desaparece (técnicamente se “espacializa”) y el escenario se llena de espejos invisibles que dejan ver los fantasmas del pasado. La casa está en ruinas, sus habitantes están muertos y se han quedado sin destino.

No es una obra de “miedo” o terror, al estilo de las vueltas de tuerca tan manidas. Si acaso, el miedo es observar en qué nos vamos convirtiendo cuando desaparece el tiempo. “Ésa es una casa de blasón, en cuyo jardín nunca se ponía el sol, el lugar de las apariciones donde se disecan las pasadas glorias y cicatrizan las partes amputadas de la historia”. No son más que sombras enfrentadas con el pasado.

Pero, al final, casi lo menos importante es el análisis técnico de la obra de teatro (o del libro que estamos leyendo o la película que estamos viendo). Asistir al teatro en cualquier momento es constatar que seguimos vivos, que esta pasión por sobrevivir sigue intacta, que mientras existan personas que quieran ser otros durante un rato, el ser humano no morirá.

Empujo la silla de ruedas de mi amigo José Ángel mientras me asegura que ha aprobado todas las asignaturas del máster sobre teatro de la Complutense. Ha escrito varias obras y su sueño sería que alguna fuera representada algún día. Cuando salimos a la calle hace incluso fresco. El “mar de cerveza” de la Plaza Santa nos invita a seguir soñando.

Publicado en el Diario Progresista, el 24 de Junio de 2011
http://www.diarioprogresista.es/autores-opinion/20-justo-sotelo/3317

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