viernes, 23 de marzo de 2012

La primera página de mi próxima novela

La editorial Izana publicará, próximamente, mi última novela (la quinta ya), desde que en 1995 comencé mi trayectoria literaria con "La muerte lenta", continué con "Vivir es ver pasar" (1997) y seguí con "La paz de febrero" (2066) y "Entrevías mon amour" (2009). Esta nueva obra se llama "Las mentiras inexactas", y con ella he pretendido convertir en novela la tesis sobre los mundos posibles que he leído hace unos meses en la Universidad Complutense.

Como todas mis novelas es una historia de amor, en este caso con la literatura como escenario.

La primera página es la siguiente.

“Empujó la puerta y entró con curiosidad. La librería era de una altura considerable y estaba llena de estanterías y objetos insólitos: un libro de rock and roll situado sobre un mueble del siglo XVIII, otro de matemáticas junto a una guitarra eléctrica apoyada en una silla, una mesa camilla donde se juntaban el último ensayo sobre la Vita Nuova, una vieja edición del Tristram Shandy y la versión francesa de Not fade away. En otra mesa se veían libros de Kurt Vonnegut, Richard Brautigan y Colin McInnes. Se fijó en un piano de pared con velas construido en París a principios del siglo XX, un tocadiscos con cientos de discos de vinilo y varias esculturas de personajes mitológicos. En las paredes colgaban cuadros con planetas y estrellas, en un rincón había dos ordenadores y una impresora, y en otro un pequeño escenario con sillas. El joven librero le estrechó la mano y le pidió que se sentara y lo acompañara. Se llamaba Sergio Barrios y estaba leyendo una novela sobre la isla de la Tortuga, donde encerraban a los gatos en cajas con piedras y los tiraban al océano, frente a Port-de-Paix o la loma de Tina. Era una diversión inocente cuyo origen se desconocía, que practicaban para endurecer a las mujeres y aplacarlas más tarde de la manera más antigua, con el mayor deleite. La isla estaba recorrida por fantasmas, repleta de tesoros ocultos, de cuando los filibusteros conocían los secretos de la alquimia y convertían la pólvora en oro.

“A mi padre le encantaba esta historia, dijo mostrándole la portada como si se tratase de algo singular, pero a mí no me convence. Prefiero la novela de Rabo Karabekian, un pintor tuerto, añadió cogiendo otro libro, que mezcla las anfetaminas y las infinitas posibilidades de vivir en las nubes.

“Nora lo observó en silencio, mientras pensaba en la isla de la Tortuga y aquel mundo de piratas y tesoros escondidos con el que tanto había disfrutado en su juventud, hasta que se vio obligada a leer cosas más serias. La universidad era un mundo difícil para una mujer con sus gustos, y empezó a mentir a sus compañeros hasta conseguir el puesto de profesora titular. Aun así, recordaba la leyenda de los Hermanos de la Costa, dispuestos a abrir fuego a la menor oportunidad”.

(Publicado en el Diario Progresista el 23 de Marzo de 2012)

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