Paul Feyerabend es conocido por su obra: "Against Method:
Outline of Anarchistic Theory of Knowledge", de 1971. En ella defiende
la idea de que no existe un método científico que proporcione reglas
claras y fáciles de aplicar, por lo que propone la alternativa de
mantener posturas opuestas a las que se derivan de las teorías, ya que
la historia demuestra que toda regla metodológica ha sido transgredida
alguna vez y tales vulneraciones no son accidentales o están provocadas
por desconocimiento.
Feyerabend está en contra del
procedimiento de refutación de Popper como vía de formulación de
teorías, ya que lo considera paralizante para el desarrollo de la
ciencia, al no permitir elaborar nuevas alternativas hasta que no se ha
producido la primera refutación.
La ciencia progresa, en su opinión, cuando hay libertad metodológica y
no se produce sometimiento a reglas rígidas de investigación. Sus ideas
se apoyan en un “principio de proliferación” que le lleva a admitir la
contra inducción como procedimiento, por lo que se deben construir
teorías inconsistentes con otras teorías, experimentos, hechos,
observaciones, etcétera, persiguiendo la finalidad de incrementar la
posibilidad de descubrir hechos pertenecientes a la medición de la
aceptabilidad de las teorías ya establecidas. Feyerabend opina que no
existe ninguna teoría que concuerde con todos los hechos conocidos en su
dominio.
En este sentido las infracciones al método establecido son la base
del desarrollo de la ciencia, de ahí que la utilización de hipótesis
inconsistentes con los hechos consiga descubrir los componentes
ideológicos de las observaciones.
Los científicos han de aprender a convivir con el error como elemento
de crítica externo, incluso tendrían que añadir, voluntariamente,
errores en cualquier etapa de la investigación; con ello se lograría
crear una gran confusión y la experiencia dejaría de ser un apoyo
invariable.
Con todo ello la forma de eliminar estos conflictos consiste en
introducir un nuevo lenguaje observacional que consiga el respaldo mutuo
entre las teorías y la experiencia transformada mediante su ampliación
con puntos de vista más recientes. De esto se deduce que los
investigadores deben imponerse la obligación de elaborar teorías
alternativas sin esperar a que fracasen las actualmente en vigor. Lo
lógico entonces es reconocer que no existe ni puede idearse un método
que proporcione leyes inmutables. En consecuencia, sus resultados y
contenidos difícilmente podrán compararse, ya que carecemos de
enunciados básicos con contenido empírico común que ayuden a decidir. La
elección entre teorías se producirá a partir de juicios estéticos,
juicios fundamentados en gustos y por los propios deseos subjetivos.
Este autor defiende una subjetivación de la ciencia, de ahí que
afirme que la idea de un método fijo surge de una visión del hombre y de
su contorno social demasiado ingenua. A quienes consideren el rico
material de que nos provee la historia y no intenten empobrecerlo para
dar satisfacción a sus más bajos instintos y al deseo de seguridad
intelectual que proporcionan, por ejemplo, la claridad y la precisión, a
esas personas les parecerá que hay solamente un principio que puede ser
defendido bajo cualquier circunstancia y en todas las etapas del
desarrollo humano. Feyerabend se refiere al principio de todo vale.
Por tanto, con su “todo vale”, resume la idea de reírse tanto de sí
mismo como de los demás, ya que a lo largo del libro “Contra el método”
presenta una divertida falta de respeto hacia la ciencia
institucionalizada, en este caso concreto, y lo aplica para criticar los
argumentos de los racionalistas.
Según él, la expresión “todo vale” no
significa que debamos prescindir de los principios metodológicos
racionales; lo que quiere decir es que si vamos a utilizar principios
metodológicos universales, tendrán que estar vacíos de contenido y tan
indefinidos como ese todo vale.
Puesto ante esta actitud, Blaug se pregunta qué podemos hacer con un
escepticismo, relativismo y voluntarismo tan extremos que, como los de
Feyerabend, consiguen aniquilar, no sólo su propio análisis y
recomendaciones, sino la propia disciplina a la que se supone está
haciendo una contribución.
La explicación está en que Feyerabend, al igual que lo hicieron Kuhn y
Lakatos, se enfrenta a la metodología tradicional desarrollada por los
empiristas críticos y los positivistas. Los tres eligen abandonar los
principios inductivos generales y los criterios objetivos, porque se dan
cuenta de que nada es definitivo, y dudan de la validez de los
conocimientos conseguidos hasta ese momento.
(Publicado en el Diario Progresista el 30 de marzo de 2013)
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