viernes, 12 de abril de 2013

Feyerabend el filósofo anarquista

Paul Feyerabend es conocido por su obra: "Against Method: Outline of Anarchistic Theory of Knowledge", de 1971. En ella defiende la idea de que no existe un método científico que proporcione reglas claras y fáciles de aplicar, por lo que propone la alternativa de mantener posturas opuestas a las que se derivan de las teorías, ya que la historia demuestra que toda regla metodológica ha sido transgredida alguna vez y tales vulneraciones no son accidentales o están provocadas por desconocimiento.

Feyerabend está en contra del procedimiento de refutación de Popper como vía de formulación de teorías, ya que lo considera paralizante para el desarrollo de la ciencia, al no permitir elaborar nuevas alternativas hasta que no se ha producido la primera refutación.

La ciencia progresa, en su opinión, cuando hay libertad metodológica y no se produce sometimiento a reglas rígidas de investigación. Sus ideas se apoyan en un “principio de proliferación” que le lleva a admitir la contra inducción como procedimiento, por lo que se deben construir teorías inconsistentes con otras teorías, experimentos, hechos, observaciones, etcétera, persiguiendo la finalidad de incrementar la posibilidad de descubrir hechos pertenecientes a la medición de la aceptabilidad de las teorías ya establecidas. Feyerabend opina que no existe ninguna teoría que concuerde con todos los hechos conocidos en su dominio.

En este sentido las infracciones al método establecido son la base del desarrollo de la ciencia, de ahí que la utilización de hipótesis inconsistentes con los hechos consiga descubrir los componentes ideológicos de las observaciones.

Los científicos han de aprender a convivir con el error como elemento de crítica externo, incluso tendrían que añadir, voluntariamente, errores en cualquier etapa de la investigación; con ello se lograría crear una gran confusión y la experiencia dejaría de ser un apoyo invariable.

Con todo ello la forma de eliminar estos conflictos consiste en introducir un nuevo lenguaje observacional que consiga el respaldo mutuo entre las teorías y la experiencia transformada mediante su ampliación con puntos de vista más recientes. De esto se deduce que los investigadores deben imponerse la obligación de elaborar teorías alternativas sin esperar a que fracasen las actualmente en vigor. Lo lógico entonces es reconocer que no existe ni puede idearse un método que proporcione leyes inmutables. En consecuencia, sus resultados y contenidos difícilmente podrán compararse, ya que carecemos de enunciados básicos con contenido empírico común que ayuden a decidir. La elección entre teorías se producirá a partir de juicios estéticos, juicios fundamentados en gustos y por los propios deseos subjetivos.

Este autor defiende una subjetivación de la ciencia, de ahí que afirme que la idea de un método fijo surge de una visión del hombre y de su contorno social demasiado ingenua. A quienes consideren el rico material de que nos provee la historia y no intenten empobrecerlo para dar satisfacción a sus más bajos instintos y al deseo de seguridad intelectual que proporcionan, por ejemplo, la claridad y la precisión, a esas personas les parecerá que hay solamente un principio que puede ser defendido bajo cualquier circunstancia y en todas las etapas del desarrollo humano. Feyerabend se refiere al principio de todo vale.

Por tanto, con su “todo vale”, resume la idea de reírse tanto de sí mismo como de los demás, ya que a lo largo del libro “Contra el método” presenta una divertida falta de respeto hacia la ciencia institucionalizada, en este caso concreto, y lo aplica para criticar los argumentos de los racionalistas.

Según él, la expresión “todo vale” no significa que debamos prescindir de los principios metodológicos racionales; lo que quiere decir es que si vamos a utilizar principios metodológicos universales, tendrán que estar vacíos de contenido y tan indefinidos como ese todo vale.

Puesto ante esta actitud, Blaug se pregunta qué podemos hacer con un escepticismo, relativismo y voluntarismo tan extremos que, como los de Feyerabend, consiguen aniquilar, no sólo su propio análisis y recomendaciones, sino la propia disciplina a la que se supone está haciendo una contribución.

La explicación está en que Feyerabend, al igual que lo hicieron Kuhn y Lakatos, se enfrenta a la metodología tradicional desarrollada por los empiristas críticos y los positivistas. Los tres eligen abandonar los principios inductivos generales y los criterios objetivos, porque se dan cuenta de que nada es definitivo, y dudan de la validez de los conocimientos conseguidos hasta ese momento.

(Publicado en el Diario Progresista el 30 de marzo de 2013)

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