He estudiado la literatura japonesa en los últimos años de mi 
vida con el fin de penetrar en el espíritu de las novelas de Haruki 
Murakami. También me he sumergido en la cultura y las costumbres de la 
sociedad japonesa, así como en los principales aspectos de su economía y
 sistema político. Japón siempre ha sido un país especial desde la 
mirada de un occidental, aunque cada vez encuentro menos diferencias. 
Nos guste o no, vivimos en un mundo "globalizado".
Y 
lo he hecho porque estoy convencido de que la obra de Murakami está a la
 altura de los grandes escritores actuales, y por supuesto a la de otros
 escritores clásicos japonés como Oê, Mishima, Kawabata, Tanizaki o 
Soseki.
Estamos viviendo una época complicada, no sólo por la crisis 
económica de los últimos años, sino también por la existencia de una 
crisis de contenido espiritual que lleva al aislamiento de las personas.
 En momentos así suele triunfar la literatura de la soledad y el 
desamor, con personajes que buscan que alguien los escuche, que los 
quiera, que los desee. 
Los personajes de Murakami viven en su época, con las ventajas e 
inconvenientes que esto supone, y representan los miedos, frustraciones y
 alegrías del hombre corriente. A veces, se esconden en pozos y cabañas 
abandonadas, y acaban atravesando las paredes y las cabezas de las 
personas mientras les salen manchas en el rostro; otras, se pierden en 
bosques que pertenecen a una realidad paralela. En ocasiones, salen de 
viaje en busca de sí mismos, y visitan bibliotecas que sólo existen en 
sus conciencias. 
Además de todo ello, las quinceañeras se inmiscuyen en la vida de los
 adultos -que hablan con gatos y dibujos animados-, los carneros 
salvajes tienen estrellas en el lomo, las ciudades poseen dos lunas, las
 norias son mágicas, los jóvenes no quieren despertar, el sexo da la 
vida pero también la quita... De esa forma se pueden habitar varios 
mundos a la vez, y pasar de unos a otros a través de los pasadizos que 
brindan los textos de la literatura. 
Murakami es un escritor posmoderno que ha entendido el papel 
primordial de los actos poéticos y de la propia vida contemporánea. Ese 
es el motivo principal por el que he analizado su literatura, que ahora 
publico en forma de ensayo en la editorial Izana, a la que quiero 
agradecer desde este diario su interés por la obra del autor japonés, 
así como por mi propia obra. 
El dibujo de la portada, que es obra de la artista Gabriela Amorós Seller, otorga un valor esencial al ensayo,
 no sólo por mostrar ese amor “casi por encima de la muerte” de muchos 
de los protagonistas de Murakami, sino por el homenaje implícito que 
supone a uno de los libros más famosos e interesantes del escritor 
japonés, “Norwegian Wood”, la canción de los Beatles que escucha el 
narrador de la novela (que en España se llamó “Tokio blues”) cuando su 
avión está llegando a Alemania y es consciente del rapidísimo e 
inexorable paso del tiempo.
(Publicado en el Diario Progresista el 7 de junio de 2013). 
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