Hoy comienza la Feria del Libro de Madrid en el parque del
Retiro. Allí estarán los libreros y las editoriales con sus casetas
abiertas esperando que se acerquen los lectores curiosos a comprar sus
libros preferidos. Esta feria tiene algo de ritual, y también de
resistencia ante el dominio de las nuevas tecnologías, la falta de
lectura e incluso la desidia de unos políticos que piensan que hay cosas
más importantes que hacer que "salvar" al libro.
Como
siempre digo, tengo tantas libros en papel en mi biblioteca que
necesitaría varias vidas para leerlos y comprenderlos todos.
Si nos vamos hacia atrás en el tiempo, recordaremos que las
universidades nacieron en Europa en los siglos XII y XIII. Además de la
calidad del profesorado y de la existencia de instalaciones adecuadas,
era necesaria una figura que garantizara el valor de los textos
utilizados por los estudiantes, en una época en que la imprenta quedaba
lejana. Aquella figura se denominó “estacionario”, y tuvo una función
singular en el sistema educativo medieval.
El estacionario disponía de ejemplares o copias de los libros de
clase, aceptados por los profesores y el rector de la universidad. Al
estar desencuadernados, los propios alumnos -o los copistas
profesionales- podían hacer copias de los mismos. Alfonso X aseguró en
un documento de 1254 que el estacionario debía tener “los exemprarios
buenos e correctos”. En las “Siete Partidas” (1256-1265), consideró al
estacionario indispensable en todo estudio general, ya que gracias a él
los estudiantes podían hacerse con copias fiables y corregir los errores
existentes en otros casos.
El cambio en la forma de elaborar los libros transformó el oficio del
estacionario, y terminó por privarle de su nombre. Desde entonces, fue
“librero” sin más. Desde el siglo XVI, además, su nombre desapareció de
los diccionarios y el mismo vocabulario. Como asegura mi profesor Gómez
Moreno, hubo que esperar hasta los años treinta del siglo XX para que
ciertas investigaciones sobre la copia de manuscritos a partir de
ejemplares desmembrados en “pecias” o cuadernos lograran recuperar su
figura.
Ahora los libreros y editoriales permanecerán un par de semanas en el Paseo de Coches del Retiro, aunque llueva o haga calor. Y algunos tal vez recuerden que sus antepasados fueron importantes.
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