Como se ha puesto
de manifiesto en los anteriores artículos, Tiempo de silencio es una
novela formalmente experimental, incluso difícil de leer en algunos
momentos, lo que no dificulta y empaña su carácter ácido e irónico a la
hora de exponer un trasfondo de denuncia social.
En
esa denuncia entran no sólo la burguesía y los estratos sociales más
privilegiados, sino el subproletariado de las chabolas, así como los
valores y mitos de una España que evolucionaba con excesiva lentitud
hacia la modernidad, por mucho que el Régimen y los tecnócratas del Opus
Dei intentaran lavar el rostro de una España que había perdido el tren
de la historia.
Algunos de los motivos que la convirtieron en una verdadera revolución en el momento de su aparición son los siguientes.
Al componente político (el autor intentó plasmar algunos de sus
ideales marxistas) habría que unir el existencial, en la línea de Sastre
y Camus, mostrando unos personajes carentes de ilusión, frustrados,
abúlicos y degradados.
Igualmente habría que destacar la visión desmitificadora del paisaje
castellano, en claro contraste con el que podían tener los escritores
del 98. Es como si Martín-Santos buscara criticar al franquismo
valiéndose de algunos de sus mitos, en muchas ocasiones demasiado
tópicos; en concreto, el origen de la lengua castellana, la mística del
Siglo de Oro en alusión a las Moradas de Santa Teresa y las propias
alusiones al éxtasis místico, así como al símbolo por excelencia de la
España imperial y la dictadura de Franco: el Monasterio de El Escorial.
Debido a la condición de psiquiatra del autor, no sería ilusorio
interpretar en clave psicoanalítica el motivo de la “castración”
espiritual de Pedro que se alude en las últimas páginas de la novela, lo
que contrastaría con el símbolo fálico de las torres del Monasterio. En
caso contrario, ¿a qué se estaría refiriendo el personaje cuando
insiste en que “está capado sin ruido alguno”?
De forma textual aparece en sus pensamientos la expresión que da
título a la novela, y que resume lo que Martín-Santos pensaba de la
situación que intentó reflejar con tanta calidad, y que de alguna forma
he intentado conectar con la situación que se vive en España, y otros
países de nuestro entorno, en los últimos años. Estoy convencido de que
el autor escribiría una novela con muchos puntos en común en la
actualidad, donde no habría ni buenos ni malos del todo. Como dijo
Aristóteles en su ¨Ética a Nicómaco”, en el centro está la virtud.
(Publicado en el Diario Progresista el 24 de mayo de 2013)