lunes, 20 de mayo de 2024

"Algo contigo un domingo de Madrid".

Es muy pronto; hace fresco, pero la gente va y viene con sus cosas. Me siento en un banco de piedra a mirarlos mientras un señor toca la guitarra en el Paseo del Prado, junto al Botánico. En este jardín saqué el nombre de Melia Acedarach, la protagonista de mi novela "Vivir en ver pasar" (1997), que escribí entre los veinte y los treinta años y que fue finalista en los premios Ateneo de Sevilla y Sésamo, cuando aún me presentaba a algunos concursos, y está inspirado en Paqui, como otros de mis personajes femeninos. Es el nombre de un árbol del sureste asiático, al que también se denomina Árbol del Paraíso, y al que cambié la "z" por una "c". La historia, además, comienza en ese mismo lugar. Alba, una de mis amigas, se enamoró de esta novela y un día me dijo que a veces iba por allí, se sentaba en un banco y la releía, una, dos, tres veces. Es de León y no la veo desde hace tiempo. Con los años le dediqué uno de mis "Cuentos de los otros". Me doy una vuelta por la Cuesta Moyano y compro un libro que no he leído de Scott Fitzgerarld, "Hermosos y malditos", y del que hablaba hace unos días uno de mis ex alumnos. Me gusta aprender de los jóvenes. Esta novela tiene un siglo de existencia, y por lo que llevo leído la encuentro a la altura de "El gran Gatsby" y "Suave es la noche".
 
Siempre deberíamos ser jóvenes y hermosos como él y como Zelda, su mujer. 
 
Siempre deberíamos escuchar música paseando de la mano de la persona que amamos, y bailar un bolero con ella, ahí mismo, junto al Botánico y el Museo del Prado:
 

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