Es obvio que a los escritores nos gusta que nos lean y que los lectores, además, escriban comentarios inteligentes.
"Justo, escribes con la técnica de Pierre Puvis de Chavannes -fresco
para óleo- y efectos físicos de Chagall en la playa, mientras que Javier
prefiere responderte como un Courbet".
Dijo ayer por aquí Marina Martin Baz, alumna de literatura de Javier Del Prado Biezma.
Me parece una descripción tan bonita y original que me apetecía
recogerla antes de irme al aeropuerto y subirme a un avión. Puvis de
Chavannes es el antecedente simbolista de Gauguin y su pintura está más
allá del tiempo y el espacio (dos constantes en mi literatura). Chagall
es muy bueno (recuerdo una "Turandot" en la Ópera de París en la que me
pasé las dos horas de la ópera de Puccini mirando al techo) y respecto
de Courbet prefiero recordar uno de sus autorretratos en lugar de su
socorrido, impactante y vulgar "El origen del mundo".
Esto de la
"Ut pictura poesis" siempre me ha gustado desde que me examiné de la
"Epístola a los Pisones" de Horacio en la Complutense. Qué decir del
viaje hacia la esencia simbolista que ya se percibe en la música de
Wagner y de la aparición de Baudelaire, Mallarmé y Rimbaud que unen la
música, la palabra y los estados anímicos. Como dijo en su día
Valle-Inclán el arte de su tiempo buscaba refinar, aumentar e
intensificar las sensaciones. Por eso ahí están los aromas, sonidos y
colores de Baudelaire con sus famosísimas correspondencias, y el color
de las vocales de Rimbaud: "A-noir; E-bleu, I-rouge, O-jaune, U-vert".
La poesía y la música atraparon el mundo de la pintura y el arte continuó progresando.
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