"Eres tan normal que casi te veo irreal". Me dijo en el post de ayer la toledana Mayka Maqueda Molero. Mientras me tomo el primer café de la mañana, aprovecho para agradecer todos los comentarios, tan inteligentes como cariñosos, que me escribisteis. Mayka, además de leerse el verano pasado "Un hombre que se parecía a Al Pacino", me regala mazapán todas las Navidades pues sabe que soy muy goloso. Y después añadió: "Ese clasismo engreído de algunos escritores no existe en ti". Me parecen palabras hermosas, la verdad. Toda mi vida me la he pasado en busca del conocimiento, así que no puedo ser ni engreído ni envidioso. En este sentido el otro día me encontré una escalera de la Universidad de Salamanca que resume a la perfección esa idea, y le saqué una foto. Es una escalera de estilo renacentista del siglo XVI. Evoca el camino a seguir por un estudiante para lograr el conocimiento y la sabiduría. Y simboliza las tres etapas de la vida, juventud, madurez y vejez, representando la prudencia y el tiempo. En el primer relieve aparecen los bailes de moros y cristianos, en su alusión a la vida lúdica y jocosa de la época juvenil. El segundo se enfoca en la madurez con la dualidad entre el amor lascivo y el amor matrimonial. En el último tramo encontramos la vejez, donde el alma domina al cuerpo y el saber acaba imponiéndose.
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Dentro de un rato me iré a un examen escuchando una de las obras más bellas del siglo XX, de Ralph Vaugan Williams (Gloucestershire, 1872-Londres, 1958) basada en una obra renacentista de Thomas Tallis (Kent, 1505-Greenwich, 1585). Me refiero a "La fantasía sobre un tema de Tallis". No tiene sentido ser engreído ni vanidoso porque los seres humanos somos la suma del tiempo:
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