Ayer viajé muchos kilómetros para pasear sobre unas ruinas romanas que después se convirtieron en visigodas y por último en románicas, que me llevaron bajo tierra (en la fotografía). Me gusta acariciar cada piedra que ha servido para edificar la historia de la humanidad y que termina en mi pequeña historia sobre el mundo. Como me gusta leer los libros bien escritos que me llevan igualmente a lo largo de la vida y la literatura. Estos días he leído la última novela de la profesora y escritora murciana Milagros López, que ya estuvo hace un tiempo en nuestra tertulia on line hablándonos de su novela distópica sobre la Manga del Mar Menor. En el coche sonaba un vals todo el tiempo. La estructura básica del vals se define, como sabemos, por su compás de 3/4, es decir, tres tiempos por compás, lo que supone un patrón rítmico de fuerte-débil-débil (o contando "uno-dos-tres") que le da su sensación de movimiento fluido y giratorio. En esta estructura, la melodía y la armonía pueden variar, pero el ritmo básico permanece constante:
Milagros recuerda en la página 293 de "La trayectoria de los cuerpos" (2025, editorial Verbum)
lo que dice el Bhagavad Gita 2-13, ya en el siglo VI-III a. C., cuya
edición original busqué cuando viajé a la India, pues el Mahabharata y
el Ramayana siempre me han acompañado y los estudié con deleite en un
curso que hice en Casa Asia: "Al igual que el alma experimenta la
infancia, la juventud y la vejez, sin verse afectada por las mutaciones
de este cuerpo; así también tomará también otro cuerpo después de la
muerte. El hombre sabio no duda que esto es así". La novela de Milagros
aplica esta idea en las tres historias de amor impregnadas de literatura
en sus páginas y es, eso, la literatura lo que convierte en inmortal el
amor en el siglo XXI, el XX y el XIX. Vamos hacia atrás en el tiempo y a
la vez hacia adelante, y giramos como el vals. Y me encuentro el mundo
actual de Murcia y la Universidad, y el Grupo de Bloomsbury de Virginia
Woolf e incluso resonancias de "Jane Eyre" de Charlotte Brontë y el del
"Ancho mar de los Sargazos" de Jean Rhys, aunque Milagros quizá no lo
sepa. El compás además alude al territorio de un monasterio y el espacio
que le rodea, uno de los lugares que mantuvieron la cultura en la Edad
Media y ha llegado hasta mí.
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A media tarde siempre detengo el coche para tomarme una horchata o un helado, como ayer de leche merengada. Al final yo también me convierto en un helado.
¿No seré ya un dulce de leche, jeje?
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