sábado, 25 de febrero de 2012

Siempre nos quedará don Quijote (II)

Don Quijote pronuncia una frase premonitoria al final del capítulo 29, justo antes de la aparición de los duques. Al terminar la aventura del barco encantado, dice: "Yo no puedo más". De forma lacónica asume su fracaso como caballero andante. Él ya no es "el que es", como asegura páginas atrás, sino un personaje de ficción que es leído por los duques, lo que influye en el hecho de que esta parte sea menos "graciosa" que la primera, pero también más compleja.

La historia con los duques se prolonga bastantes capítulos, lo que permite a don Quijote sumirse en el mundo fantasmagórico de sus libros favoritos, y a Sancho ver cumplido su sueño de gobernar la ínsula que le han prometido. En el Capítulo 36 comienza a contarse la “extraña y jamás imaginada” aventura de la dueña Dolorida, alias de la condesa de Trifaldi, junto a una carta que Sancho escribió a Teresa Panza. En el contexto de la narración, ya se han producido varias escenas y aventuras, como el incidente que surge entre Sancho y doña Rodríguez de Grijalba, la contestación que ofrece don Quijote a la crítica del capellán contra los caballeros andantes y el desencantamiento de Dulcinea. Tras aclarar quiénes fueron las personas que interpretaron a Merlín y Dulcinea en el desencantamiento de ésta, y la carta que escribe Sancho a su mujer, se inicia la historia de la dueña Dolorida, propiamente.

Aparecen tres músicos vestidos de negro, que preceden a un altísimo personaje con el rostro cubierto por un velo que deja entrever una larga barba. Este dice llamarse Trifaldín, el escudero de la condesa Trifaldi, llamada también la dueña Dolorida, y que acaba de llegar del reino de Candaya -situado entre la gran Trapobana y el mar del sur, dos leguas más allá del cabo Comodín (cabo situado al sur de la península del Indostán, frente a la Trapobana, Ceilán o Sri Lanka)- para pedir ayuda a don Quijote. Se produce así una nueva broma de los duques, típica de los libros de caballerías.

Don Quijote no puede negarse a ayudar a cualquier persona, y menos a una mujer (como también ocurre con la dueña doña Rodríguez de Grijalba). La historia sucede en cuatro capítulos, aunque el 37 es un breve paréntesis dedicado a Sancho y la dura crítica a la figura de las dueñas. La petición de la Trifaldi podría poner en peligro la promesa de la ínsula que le ha hecho el duque, pues don Quijote querría partir en seguida al reino de Candaya, y Sancho tendría que acompañarle. Don Quijote le tranquiliza, pues no todas las dueñas son iguales. La Dolorida, por ser condesa, pertenece a las dueñas de alta categoría (dueñas de honor), distintas de las dueñas de servicio.

En este punto interviene también la dueña Rodríguez de Grijalba, con quien ya había disentido Sancho en el capítulo 31, y defiende a las dueñas criticando a los escuderos a los que considera enemigos. En el capítulo 38 la dueña Dolorida irrumpe en escena de modo aparatoso, precedida de una comitiva de doce dueñas. Todas llevan el hábito de las viudas, con un velo como clara distinción. El relato en que son presentadas es lento, siguiendo el conocido suspense de Cervantes.

La hija de la reina Magancia, que además es heredera del trono de Candaya, se llama Antonomasia y está enamorada de don Clavijo, un caballero que la ha seducido con la ayuda de la dueña. Cervantes incluye en la obra una de sus habituales digresiones y relata la historia de amor de doña Dolorida por don Clavijo. Se observa una similitud con El celoso extremeño, que guarda relación con la “pequeña novela” incorporada en la primera parte: El curioso impertinente. Son continuos ejemplos de metaliteratura.

Al final del capítulo, la Dolorida vuelve al relato de los amores de los jóvenes, pues la infanta se ha quedado embarazada, lo que llevará a don Clavijo a casarse en secreto con ella. En el capítulo 39 continúa la historia. El desliz de la infanta ha sido negativo para todos. Doña Magancia ha muerto, agobiada por la pesadumbre. Durante su entierro aparece Malambruno, un pariente de la reina que quiere vengar su muerte. La cosa se complica más aún, ya que Malambruno además de gigante es encantador y se presenta montado en Clavileño, un caballo de madera que reaparecerá en el capítulo 41, para llevar a don Quijote y Sancho a Candaya y enfrentarse al gigante. Para vengarse de los dos amantes, Malambruno convierte a la infanta en una jimia de bronce, a don Clavijo en un cocodrilo, y consigue que a todas las dueñas les salga barba, por ser cómplices de sus amores. Los encantamientos tan sólo desaparecerán cuando don Quijote se enfrente con el gigante.

(Publicado en el Diario Progresista el 24 de Febrero de 2012)

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