Dinero, dinero, dinero, dinero, dinero, dinero…
La mecánica clásica de la física logra su verdadero sentido en su
aplicación a los aspectos económicos. La acción de Lo prohibido se
inicia cuando su protagonista termina de describir su fortuna, porque
todos los personajes giran alrededor de él, y de su dinero.
José
María había hecho otras ventas con anterioridad, y en Londres disponía
de diecisiete mil libras, “parte situadas en casa de Mildred Goyeneche,
parte empleadas en renta inglesa del 3 por ciento. Estos setenta y cinco
mil duros, unidos a lo anterior, hacen ya doscientos cincuenta y cinco
mil. Debo añadir un pico que tenía en París en poder de Mitjans, y que
le ordené empleara en renta francesa de 4,5 por ciento, con el cual pico
mi cuenta anda muy cerca ya de los seis millones de reales” (página
69). Todo ese dinero le abre cualquier tipo de puerta, como afirmará en
seguida, y le permitirá tener las mejores relaciones del momento en
Madrid, entre otras cosas, porque la relación de su fortuna aún no había
terminado. Poseía obligaciones de Banco y Tesoro a un interés del 3 por
ciento consolidado, “Ferros”, obligaciones sobre Aduanas, resguardos al
portador de la Caja de Depósitos. Todo ellos sumaba ochenta mil duros
efectivos, y lo había adquirido su padre, junto a acciones del Banco de
España.
José María también disponía de varios créditos pequeños de cobro
seguro y existencias en metálico, que redondeaban su fortuna en los
nueve millones de reales. Lo curioso es que su prima Eloísa (que, aunque
estaba casada, se convertirá en su gran amor, y una de las causas de la
pérdida de su fortuna) dirá en seguida que los bienes de la tierra
estaban mal repartidos. José María le empezará a hacer regalos, a medida
que su amor y pasión sexual por ella vayan creciendo, y ello los
utilizará para hacer suyo esos bienes “materiales”, aunque sigan mal
repartidos.
Los ejemplos sobre el desarrollo económico de España, tras la
Restauración, también son abundantes durante la novela. Así en la página
85, se habla de cómo el protagonista viajó a Alemania en compañía del
marqués de Fúcar, que iba a hacer contratas de tabacos, y después en
Londres junto a Villalonga, a quien el ministro de Fomento había
encargado la compra de maquinaria agraria, así como caballos para
mejorar la casta de la Península. En la página 100 se habla del proceso
económico de conversión de la Deuda de 1882, realizada por Juan
Francisco Camacho (1817-1896), gran hacendista y ministro de Hacienda.
“La turbamulta de papeles diversos llamados Obligaciones del Banco y
Tesoro, de Aduanas, Bonos, Resguardos al portador de la Caja de
Depósitos, Acciones de carreteras, Deuda del personal, se estaban
convirtiendo en un 4 por ciento amortizable en cuarenta años por sorteos
trimestrales, y emitido al tipo de 85”.
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