Se nos hizo de noche mientras aquellos amigos nos contaban la
leyenda de la hija de Botuku, el rey de una aldea de la isla de Bioko.
La aparición de la Virgen de Bisila en una cueva protegió a todos los
habitantes de la aldea de los ruidos de la noche, del acecho de las
fieras, de los pechos sin leche de las mujeres y de los silencios del
alma.
Y yo me quedé sin escribir el cuento de los viernes, aunque me tomé dos platos de Salsa de Cacahuete y varios tés Osang.