lunes, 21 de marzo de 2016

Me gustaría que alguna vez saliera el sol para esos niños de los que casi nunca nos acordamos.

Esos niños a los que no dejamos entrar en la Europa de los mercaderes (como tantas veces digo a mis alumnos) y se quedan ateridos en nuestras fronteras artificiales y mueren allí, de hambre y de sed, simplemente de pobreza, sin que nadie les dedique palabras de amor.

Hoy no quiero mirarme al ombligo, ni pensar en nuestras películas, programas de televisión, libros, obras de arte..., tan onanistas y soberbias, que no están entendiendo nada de lo que es realmente importante para el ser humano.

(Para María R. V. que me está enseñando tantas cosas, aunque es mucho más joven que yo).