Me habían invitado a hablar de mis novelas y del proceso creativo
que seguía con ellas. En cierto momento escribí el nombre de Tom
Spanbauer en la pizarra y su novela "El hombre que se enamoró de la
luna". Spanbauer fue discípulo de Gordon Lish (el editor que casi se
inventó a Raymond Carver) y maestro de Chuck Palahniuk.
Ella se me acercó al terminar la clase y me invitó a un café. A aquella chica morena de unos veintitantos
años, escuálida y de profundos ojos negros, le gustaba escucharme
mientras yo desmenuzaba el sistema de "escritura de riesgo o peligrosa"
del escritor norteamericano nacido en Pocatello, Idaho, el año 1946.
En realidad ella no quería escribir para publicar. Su sueño era
aprender lo suficiente para ser capaz de vivir la vida como si formara
parte de una novela. Pretendía escribir sus propios libros para
refugiarse en ellos, donde se sentiría más segura. No acababa de
entender el mundo o quizá fuera el mundo el que no la entendía a ella.
Nos vimos un tiempo, tomamos varios cafés y comimos unas cuantas veces.
Un día desapareció.
No recuerdo cómo se llamaba.
Pensé que yo le gustaba, pero me equivoqué.
Nos vimos un tiempo, tomamos varios cafés y comimos unas cuantas veces.
Un día desapareció.
No recuerdo cómo se llamaba.
Pensé que yo le gustaba, pero me equivoqué.
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