Es el lado místico de la soledad.
 A veces, cuando releo "Las olas" de Virginia Woolf, siento que escucho la música de Arvo Pärt. 
 "Permitidme que alce mi canción de gloria. Bendita sea la soledad. 
Dejadme solo. Dejad que me quite y arroje lejos este velo del ser, esta 
nube que cambia al más leve soplo del aliento, noche y día, y toda la 
noche y todo el día. Mientras estaba aquí sentado, he cambiado. He visto
 cómo el cielo cambiaba. He visto cómo las nubes cubrían las estrellas,
 cómo liberaban las estrellas, cómo volvían a cubrirlas. Ahora ya no 
observo el cambio de las estrellas. Ahora nadie me ve y he dejado de 
cambiar. Bendita sea la soledad que ha quitado la presión de los ojos, 
la invitación del cuerpo y toda necesidad de mentiras y frases". 


 
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