sábado, 11 de febrero de 2017

Sobre la felicidad.

"Creía que ser feliz no era más que una utopía hasta que conocí a Justo Sotelo", escribió un amigo de mi tertulia sobre mi foto de portada en uno de los lugares mágicos de la India. 

Me quedé pensando un rato en ello, intentando recordar dónde había leído algo parecido (en realidad podría escribir un post diario reflexionando sobre los bellos y numerosos comentarios de mis amigos, reales y virtuales). Por fin, me vino a la cabeza el filósofo británico Bertrand Russell. Recuerdo que, siendo adolescente, leí su ensayo "La conquista de la felicidad", junto a las principales obras de Ortega.

En un momento determinado Russell escribe que el ser humano debe mostrarse activo para eliminar las trabas que limitan la felicidad, comenzando por esas pasiones egocéntricas como la envidia, el miedo o la conciencia de pecado y reforzando las que invitan a sentirse parte indisoluble de la corriente de la vida. 

"Cuantas más cosas interesen a alguien, más oportunidades de felicidad tendrá", dice. El ser feliz es el que se siente ciudadado del universo (esto también se lo leí a Ortega, claro) y goza libremente del espectáculo que se le ofrece.

Esta mañana me he despertado pensando de nuevo en ello. Y lo más curioso es que, sin darme cuenta, me estaba tomando un café escuchando una obra de Britten, un compositor al que admiro intelectualmente -sobre todo sus óperas- y que me recuerda mucho el pensamiento de Russell y Ortega.
 



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