martes, 30 de mayo de 2017

Ayer me encontré por la calle a una amiga que no veía desde hacía muchos años.

Nos sentamos en una terraza para tomar una horchata (algo que ya nos gustaba entonces a los dos), recordar los veranos de la adolescencia y hablar de su abuela.

Apenas me ha quedado una imagen de ella, de su rostro, de su pelo, de sus manos, pero fue la primera persona que me habló de Tchaikovsky con pasión. Su marido era un militar inglés que participó en la Segunda Guerra Mundial con los aliados y que también admiraba al compositor ruso. Como no era fácil comunicarse por carta en aquellos tiempos, decidieron escuchar una sinfonía de Tchaikovsky cada semana, el mismo día y a la misma hora.

Así lo hicieron durante dos largos años. Al final de la guerra él no volvió, ya que desapareció en algún lugar impreciso de Rusia. Ella decidió, entonces, seguir escuchando esa música cada semana. 

La sinfonía que más amaban era la Quinta. 

También es de las obras que amo gracias a ella. 

A ellos.

https://www.youtube.com/watch?v=w2JBT0HC98I




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