Ayer por la tarde conocí en su casa del Escorial a una mujer
encantadora, de 93 años, profesora de inglés, musa de muchos artistas y
primera novia de un escritor canario que admiro, Rafael Arozarena
(1923-2009), el autor de la bellísima novela "Mararía".
Su
historia de amor, que comenzó cuando él tenía 13 años y ella 12, fue
sobre todo de silencios y miradas, mientras ella cosía en el taller de
costura de la hermana de Rafael y él le escribía poemas de
amor en los envoltorios de las tabletas de chocolate y los dejaba caer
junto a ella. En la plaza del Príncipe se lanzaban miradas durante las
tardes de los domingos y en los bailes de Primavera pasaban de la
adolescencia a la juventud. Luego los apartó la guerra y la distancia
(ella vivió mucho tiempo en Palma de Mallorca), pero la literatura los
continuó uniendo, así como el recuerdo de los bellos años de la
inocencia.
Estuvimos
hablando desde las 7 de la tarde hasta las 12 de la noche. Creo que a
esas horas se jugaban partidos de fútbol, se elegían candidatos
políticos y el mundo seguía girando, pero yo estuve reconstruyendo en mi
mente una historia de amor, completa, eterna, lo que verdaderamente
concede sentido a la existencia.
(En las fotos, Lourdes y Rafael).
(En las fotos, Lourdes y Rafael).
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