viernes, 5 de mayo de 2017

Quiero lectores así para mis libros.

El domingo pasado me escribió Alejandro Torrealba -que es profesor de la Universidad de Texas en Austin-, para decirme que se había "deleitado" con la lectura de mi ensayo "Los mundos de Haruki Murakami" y había puesto cinco estrellas en Amazon, además de escribir un comentario. Quería decirme también que contaba con la recomendación de mi obra entre los profesores y alumnos de su Universidad.

Al día siguiente me escribió la pintora Marga G. Eguidazu para decirme que había terminado la lectura de mi novela "Las mentiras inexactas".

Decía esto:

"Las mentiras inexactas" es el tercer libro que he leído de Justo Sotelo, por lo que entrar en ese mundo mágico por el que transcurren sus historias no me era ajeno.

Leyendo esta novela he tenido la sensación, desde el principio, de abrir una de esas grandes cajas envueltas para regalo con las que nos quieren sorprender. Abres esa caja y dentro hay una más pequeña de la que sacas un algo que no esperas, te gusta pero intuyes que hay algo más, que encontrarás otra sorpresa… Sigues rompiendo el papel, ya con cierta impaciencia y aciertas, porque hay una más envuelta en brillante papel de colores vistosos y así hasta llegar a una cajita minúscula que parece un estuche que te resistes a abrir, conteniendo el aliento, alargando el tiempo para disfrutar de lo que puede esconderse en su interior. Yallí está el objeto esperado, bello y con el valor que implica el amor que siente la persona que lo ha elegido para ti.

Así ocurre con "Las mentiras inexactas".

También ocurre que te cruzas con Justo varias veces a lo largo de la historia. Esta vez, más que intuirlo, sale con nombre y apellido, nombrado por sus personajes y es que Justo está siempre dentro de sus relatos.

La historia salta de una librería encantada, de unos personajes entrañables que se cuentan historias, que leen, que sienten que se entremezclan… a un viaje en busca de la ruta seguida por Clavijo, un viaje un tanto rocambolesco, que es la parte en que tienes la sensación de ir demasiado deprisa… De Cuatro Vientos, a Cerdeña y de allí sobrevuelan Estrómboli y cruzan el estrecho de Messina para aterrizar en Rodas y dormir allí… Claro que no voy a desvelar nada más, solo decir que esta parte, a mi humilde entender, va a un ritmo demasiado rápido en comparación con el resto de la historia. Como si no se le quisiera dar importancia.

Los libros de Justo son muy literarios. Os preguntaréis qué es lo que quiero decir con esta afirmación, pues que no son para que cualquiera pueda leerlos o para leerlos de un tirón. Hay que ir con tiento, incluso volver atrás en algún momento para no perder el hilo de Ariadna que va dando vueltas alrededor de la historia principal. Se nota que el escritor ha leído miles de libros y que sabe tanto que él mismo no puede frenar sus ganas de contagiar a sus lectores el amor por la literatura, algo lógico en un profesor de Literatura Comparada, que además está muy influenciado por Murakami, entre otros, claro.

De hecho fue la atracción mutua por ese escritor lo que me hizo leer el primer libro de Justo Sotelo (y lo que me ha llevado a mí a escribir este post conjunto).

Volviendo a "Las mentiras inexactas", después de la sorprendente aparición de Daniel, el padre de Sergio, el joven librero protagonista de la historia, me metí de lleno en la narración, me convertí en uno más de sus personajes y llegué, de pronto, sin esperarlo a abrir la última cajita. Las páginas finales estaban ante mí y yo no podía creerlo… quería más..."

(La foto me la hice un tiempo después de publicar "Las mentiras inexactas", en la plaza Santa Ana donde transcurre la historia, con la fotógrafa asturiana Sofía Álvarez y junto a la estatua de Lorca, que tiene una presencia simbólica en la novela).


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