El domingo pasado me escribió Alejandro Torrealba -que es profesor
de la Universidad de Texas en Austin-, para decirme que se había
"deleitado" con la lectura de mi ensayo "Los mundos de Haruki Murakami" y
había puesto cinco estrellas en Amazon, además de escribir un
comentario. Quería decirme también que contaba con la recomendación de
mi obra entre los profesores y alumnos de su Universidad.
Al día
siguiente me escribió la pintora Marga G. Eguidazu para decirme que
había terminado la lectura de mi novela "Las mentiras inexactas".
Decía esto:
"Las mentiras inexactas" es el tercer libro que he leído de Justo
Sotelo, por lo que entrar en ese mundo mágico por el que transcurren sus
historias no me era ajeno.
Leyendo esta novela he tenido la
sensación, desde el principio, de abrir una de esas grandes cajas
envueltas para regalo con las que nos quieren sorprender. Abres esa caja
y dentro hay una más pequeña de la que sacas un algo que no esperas, te
gusta pero intuyes que hay algo más, que encontrarás otra sorpresa…
Sigues rompiendo el papel, ya con cierta impaciencia y aciertas, porque
hay una más envuelta en brillante papel de colores vistosos y así hasta
llegar a una cajita minúscula que parece un estuche que te resistes a
abrir, conteniendo el aliento, alargando el tiempo para disfrutar de lo
que puede esconderse en su interior. Yallí está el objeto esperado,
bello y con el valor que implica el amor que siente la persona que lo ha
elegido para ti.
Así ocurre con "Las mentiras inexactas".
También ocurre que te cruzas con Justo varias veces a lo largo de la
historia. Esta vez, más que intuirlo, sale con nombre y apellido,
nombrado por sus personajes y es que Justo está siempre dentro de sus
relatos.
La historia salta de una librería encantada, de unos
personajes entrañables que se cuentan historias, que leen, que sienten
que se entremezclan… a un viaje en busca de la ruta seguida por Clavijo,
un viaje un tanto rocambolesco, que es la parte en que tienes la
sensación de ir demasiado deprisa… De Cuatro Vientos, a Cerdeña y de
allí sobrevuelan Estrómboli y cruzan el estrecho de Messina para
aterrizar en Rodas y dormir allí… Claro que no voy a desvelar nada más,
solo decir que esta parte, a mi humilde entender, va a un ritmo
demasiado rápido en comparación con el resto de la historia. Como si no
se le quisiera dar importancia.
Los libros de Justo son muy
literarios. Os preguntaréis qué es lo que quiero decir con esta
afirmación, pues que no son para que cualquiera pueda leerlos o para
leerlos de un tirón. Hay que ir con tiento, incluso volver atrás en
algún momento para no perder el hilo de Ariadna que va dando vueltas
alrededor de la historia principal. Se nota que el escritor ha leído
miles de libros y que sabe tanto que él mismo no puede frenar sus ganas
de contagiar a sus lectores el amor por la literatura, algo lógico en un
profesor de Literatura Comparada, que además está muy influenciado por
Murakami, entre otros, claro.
De hecho fue la atracción mutua por
ese escritor lo que me hizo leer el primer libro de Justo Sotelo (y lo
que me ha llevado a mí a escribir este post conjunto).
Volviendo a
"Las mentiras inexactas", después de la sorprendente aparición de
Daniel, el padre de Sergio, el joven librero protagonista de la
historia, me metí de lleno en la narración, me convertí en uno más de
sus personajes y llegué, de pronto, sin esperarlo a abrir la última
cajita. Las páginas finales estaban ante mí y yo no podía creerlo…
quería más..."
(La foto me la hice un tiempo después de publicar
"Las mentiras inexactas", en la plaza Santa Ana donde transcurre la
historia, con la fotógrafa asturiana Sofía Álvarez y junto a la estatua
de Lorca, que tiene una presencia simbólica en la novela).
No hay comentarios:
Publicar un comentario