Yo me quedo un rato pensativo mientras observo los platos de la cena
en el restaurante y recuerdo dos novelas que me marcaron en la
adolescencia: "El idiota" de Dostoyevski y "El filo de la navaja" de
Somerset Maugham.
Dostoyevski es uno de los escritores que más ha
influido en mi manera de elaborar mis personajes, sobre todo con
"Crimen y castigo", "Los hermanos Karamázov" y "El idiota", con ese
príncipe Mishkin que tanto me recuerda a
Jesucristo (aún conservo dos ediciones que compré en la Cuesta Moyano,
al pie del Retiro, desencuadernadas, subrayadas por todas partes y con
tantos besos en su interior).
Por su parte, Larry, el protagonista de "El filo de la navaja" viaja a
la India (como también haré yo muchos años después) en busca de
iluminación, porque "el camino de la salvación es como hacerlo por el
filo de una navaja". En su caso (y en el mío) será el camino del
conocimiento. De allí volverá convertido en una persona distinta,
esencialmente buena, en el sentido machadiano del término.
Quizá la bondad sea la mejor medicina para recuperar la confianza en uno mismo, le digo a ella mientras apuro la copa de vino, y por eso no deja rastro en el cuerpo, pero sí en el alma.
(La foto la hice en un templo de Brahma, en el Rajastán).
Quizá la bondad sea la mejor medicina para recuperar la confianza en uno mismo, le digo a ella mientras apuro la copa de vino, y por eso no deja rastro en el cuerpo, pero sí en el alma.
(La foto la hice en un templo de Brahma, en el Rajastán).
No hay comentarios:
Publicar un comentario