sábado, 2 de agosto de 2025

"Las horas de cada persona o cómo atrapar la luz".


 
Cuando digo que soy progresista, no me refiero tan solo a los temas sociales, como es obvio, sobre los que he escrito libros y artículos científicos. Me refiero también al arte, donde incluyo la literatura. En el juego temporal de lo simultáneo y lo sucesivo, necesito sentirme de mi tiempo e incluso del tiempo futuro. Me aburren las obras que repiten las que ya se han escrito pues creo en la continua evolución de lo simultáneo, como diría Eliot.
 
En esta fotografía de 1976, de Robert Mapplethorpe, se ve a Robert Wilson, arquitecto, dramaturgo y director vanguardista de escena, fallecido el jueves en Nueva York, con Philip Glass, que puso música a su ópera "Einstein on the beach", una de las más importantes del arte contemporáneo (cada vez que menciono a Glass me acuerdo de su música para la película "Las horas" y de Virginia Woolf con la que comparto su visión progresista del arte y la literatura). Siempre que pienso la ópera de Wilson o escucho frangmentos (dura cinco horas y el público se puede levantar de sus asientos cuando quiera, irse al baño, tomarse algo y volver), sé que vivo en mi época desde el punto de vista creativo, lo que he querido llevar a la literatura con mi última novela "Poeta en Madrid" (2021). Es una ópera en cuatro actos que evita la narrativa tradicional con un enfoque formalista en espacios estructurados, diseñados por Wilson con gráficos que se conectan por cinco "knee plays" o intermezzos. Es una investigación científica (la teoría de la relatividad y la producción de armas nucleares), para la que Glass no usó solistas, únicamente un pequeño coro que canta sílabas sin sentido al ritmo de la música. La historia es leída por un narrador, y el papel de Einstein no tiene letra, puesto que fue escrito para violín. Los lugares principales son un tren, un juicio y una nave espacial que flota sobre la Tierra. Esta es una interesante explicación de la obra:
 
Esta es la ópera completa:
 
Con más de doscientas producciones de teatro y ópera en su haber ("Pelléas et Mélisande" fue su última incursión liceísta el año 2012), Wilson estuvo en Barcelona el año pasado, donde ofreció en el Liceo un viaje espiritual con su producción del oratorio de "El Mesías", de Händel. Casualmente, escuchaba a Händel cuando me enteré de su muerte.
 
El arte no es nada sin la ciencia y la ciencia no es nada sin el arte.

viernes, 1 de agosto de 2025

"El 1 de agosto es un hermoso día".


 
Esta fotografía es de hace una semana y pico, pero me parece que le va bien a este día. El calendario romano original tenía diez meses, y marzo era el primero, así que agosto se llamaba antes sextilis (sexto en latín). El 8 a. C. el Senado lo rebautizó en honor del emperador César Augusto. Su nombre de nacimiento era Cayo Octavio, aunque recibió el título honorífico de Augusto. "Augustus" alude a "augur" o "consagrado por augurio" por sus connotaciones de venerabilidad, majestuosidad o reverencia. Y es verdad que el nombre de Augustus se da un aire al de Justus. Deriva del latín "iustus" con cualidades de imparcialidad, integridad moral y rectitud. Y como siempre me dicen que tengo aire de actor italiano, me tomo un café escuchando las "Beatitudes" de la "Gran Belleza", de Sorrentino, la búsqueda de la belleza y la autenticidad del protagonista, Jep Gambardella, perdido en un mundo de apariencia y hedonismo. En el clímax de la historia, sor María le pregunta por la razón de su bloqueo creativo, a lo que este responde que la búsqueda de esa Gran Belleza es lo que ha provocado que no volviese a escribir una novela desde "El aparato humano", su gran éxito de juventud:
 
 
Saboreo el primer café de la mañana y pienso en las seis novelas que he escrito, desde "La muerte lenta" en 1995. Tuvimos una bonita presentación en la Universidad San Pablo. La compraron muchos de mis alumnos. 
 
Sí, el 1 de agosto es un bonito día para seguir escribiendo.


jueves, 31 de julio de 2025

"El escritor mimado y mimoso".


 

Ayer recibí unos cuantos regalos literarios a través de esta red social. El collage de la fotografía me lo envió a primeras horas de la mañana Emilio Domínguezclarore, con mi último libro de relatos, "Un hombre que se parecía a Al Pacino" (2023), con una foto leyendo el ensayo de Patrick Toumba sobre mi obra, "Del amor líquido en las novelas de Justo Sotelo" (2023) y mi intervención en un programa literario de RTVE desde los estudios de Santa Cruz de Tenerife. Sobre esa hora, más o menos, Clariola Fenoll García me dijo que ya iba a ponerse a leer mi ensayo "Los mundos de Haruki Murakami" (2013), que es el último que le queda por leer de mis libros de literatura. Y agradeció a la Sanidad pública española el hecho de que había salido del hospital tras estar ingresada seis días. Por la tarde, después de comer, me envió un mensaje Fátima Javier para decirme, entre otras cosas muy bonitas, que iba a empezar a leer mi novela "Las mentiras inexactas" (2012). Y para redondear el día literario Elena Peralta recitó con su preciosa voz "Un partido de fútbol en Lisboa", uno de mis "Cuentos de los viernes" (2015):

https://www.facebook.com/share/v/1Cn6TcpZnr/

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Y aunque no tenga que ver con mi literatura, Yolanda Clúa también me regaló ayer "Summertime", de George Gershwin, con la voz de Ella Fitzgerald:

https://www.youtube.com/watch?v=hgA0_wEjAIQ

miércoles, 30 de julio de 2025

"Tagore y yo".


 
Puesto que sé lo que es el Paraíso, ayer me pasé el día en el paraíso particular de mi mente releyendo cosas sobre Tagore, puesto que su nombre había aparecido en una de mis últimas lecturas vinculadas al artista ruso Nikolái Roerich. Tagore ocupó unas cuantas horas de mi adolescencia, y en mi imaginario sentimental siempre lo he vinculado a Juan Ramón y Zenobia. Ella lo tradujo al español y Juan Ramón se encargó del ritmo y la estética. Gracias a ellos, la obra de Tagore se conoció en España y en Hispanoamérica. Tagore es narrador y poeta, y pionero de la educación, y fundó una escuela en Santiniketan (en Bengala Occidental) para fomentar el desarrollo integral de los niños. “Para mantener el respeto que nos debemos a nosotros mismos y a nuestro creador, dijo una vez, debemos hacer que el propósito de la educación sea nada menos que el propósito supremo del hombre: el pleno crecimiento y la libertad del alma”. Y escribió una sátira sobre la educación, El cuento del loro, donde mostraba cómo no debía ser "educado" un loro. Lo encerraban en una jaula, le negaban comida y agua, y le metían a la fuerza teorías escritas en papel. Tagore creía que las personas aprenden mejor cuando experimentan la vida real, como la conexión con la naturaleza. (Y luego me pregunto por qué me hice profesor leyendo estas cosas desde crío). Los niños deben aprender de personas interesantes, del arte, la música, la danza, la creatividad, las ideas y las humanidades. Las personas se fortalecen al conocer su propia herencia, pero también explorando y apreciando lo mejor de otras culturas. 
 
Tagore nació en 1861 en el seno de una familia brahmán de Calcuta, con una sólida historia pionera y cultural. Entre sus antepasados se encontraban personas que, por ejemplo, habían enseñado Derecho en Londres, introducido la música orquestal en la India, que fueron mecenas del arte europeo, dominaban numerosos idiomas y fundado universidades y teatros. Algunos miembros desempeñaron un papel esencial en el Movimiento Nacionalista y lucharon por los derechos del pueblo de Bengala.
 
Tagore también compuso música, pero hoy me tomo el primer café de la mañana escuchando la obra maestra de Bruckner, que tanto le gustaba a Juan Ramón, como cuenta en su libro "Tiempo" (el envés de "Espacio") que expuse en su momento dentro de la asignatura "Poesía española contemporánea" que me explicó Fanny Rubio, en un máster de Literatura Española. Después de todo Juan Ramón es el mayor genio de la poesía española del siglo XX y puso el ritmo y la estética en español a la obra de Tagore:
 

martes, 29 de julio de 2025

"¿El secreto de ser feliz en tiempos de la IA?"


 
El otro día Eu Bandera Romero me retrató con la IA (primera foto), y aunque no nos parecemos demasiado lo importante es este bonito detalle. Eu me preguntó en otro momento si conocía el documental "Honeyland" (2019) de los directores macedonios Tamara Kotevska y Ljubo Stefanov (en la tercera foto) sobre una de las últimas mujeres apicultoras de Europa, Hatidze, al pie de las montañas de Macedonia (en la cuarta foto). Tan solo tenía animales domésticos, y una madre mayor a la que cuidaba amorosamente con los medios rudimentarios que poseía. Edu me pidió mi opinión, pues la película le había dejado una huella imborrable.
 
Y voy a escribir algo con sumo gusto, ya que este cine me recuerda al de Olmi, Kiarostami o los hermanos Taviani, un cine independiente, poético y profundo.
 
Los directores investigaban en una remota zona montañosa del país para un cortometraje documental sobre la naturaleza. Observaron colmenas detrás de una roca en la montaña donde rodaban, lo que les condujo hasta Hatidze Muratova, que utiliza métodos ancestrales transmitidos de generación en generación para recolectar miel. Este fue el comienzo de una "aventura" de tres años, filmando en veranos abrasadores e inviernos gélidos. Tras otro año de edición, nació su primer largometraje. Hatidze vive en Bekirlija, sin agua corriente y sin carreteras. La miel que vende en el mercado de Skopie, la capital de Macedonia del Norte, es su única fuente de ingresos. Solo se lleva la mitad de la miel y deja el resto para las abejas. Con ello logra que las abejas la respeten. Pero su tranquila existencia cambia cuando una familia nómada, compuesta por los padres y siete hijos, un vehículo ruidoso y un gran rebaño de ganado, se muda al pueblo. Al principio ella los recibe con gran entusiasmo y les enseña a recolectar la miel silvestre. Aun así, Hussein, el padre de la familia, quiere recolectar miel a mayor escala y obtener mayores ganancias. Se lleva toda la miel de sus propias colmenas, pero sus abejas reaccionan atacando las colmenas de Hatidze, lo que provoca su destrucción y un conflicto entre ellos.
 
Estas son algunas escenas:
 
En estos tiempos de IA se trata, más que nunca, de ser coherentes, considerados y amables.
 

 



lunes, 28 de julio de 2025

"Un deporte de riesgo".




 
No me refiero a tirarme en paracaídas o por un barranco, hacer una carrera de coches y ni siquiera ir al gimnasio, donde ya se sabe que se suda mucho. Hablo de leer, de pasarme leyendo toda la tarde del domingo, aunque esté o no de viaje. El riesgo de leer es que puedes convertirte en alguien que piensa por sí mismo y que no da la razón a los que mandan, si no la tienen. Siempre he dicho que mis raíces no están en el lugar donde nací, en mi caso en Madrid, sino en los libros que leía desde que era pequeño. Dediqué uno de los capítulos de mi novela "Las mentiras inexactas" (2012) a hablar de aquellos héroes de novela que se metieron en mi mente de niño y de adolescente. Y de esta forma puede ocurrir que leyendo un libro dedicado a la India me encuentre la figura del pintor ruso, filósofo, escritor, arqueólogo y viajero Nikolái Roerich, un tipo que estaba con su familia en Finlandia cuando estalló la Revolución rusa de 1917 y decidió no volver. Fue a Londres e intentó realizar su sueño de ir hasta la India con su familia pero no lo logró. En 1919, conoció al poeta Rabindranath Tagore y se hicieron amigos para toda la vida. En su ensayo "Tagore y Tolstói", recordó con entusiasmo este primer encuentro que culminó con su llegada a la India en 1923. Pasó los últimos 20 años de su vida en el valle de Kullu, con el telón de fondo de las montañas nevadas. Se enamoró de la cultura y la filosofía de la India. Pintó el Himalaya con todo tipo de atmósferas y colores, y reveló su esencia espiritual y la danza cósmica de los elementos. En Naggar, fundó el Instituto de Investigación Uruswati del Himalaya que se ocupa de temas como estudios etnográficos y exploraciones lingüísticas, trabajos sobre el diccionario tibetano-inglés y el folclore osetio. Un departamento de ciencias naturales e investigaciones afines incluía estudios botánicos y zoológicos. Roerich llegó a comprender que el patrimonio cultural de cada nación es, en esencia, un tesoro mundial. Todos deben ser protegidos de los estragos de la guerra y el abandono, lo que le llevó a redactar el Pacto Roerich, que sentó las bases para la creación y las actividades de la UNESCO. La Cruz Roja se representa con un signo protector y una bandera, y el Pacto Roerich por un símbolo en todos los sitios de actividad cultural y valor histórico, declarándolos neutrales e independientes de los ataques de los combatientes. Es la bandera de la paz que he recogido en la tercera foto. Este Pacto fue acordado inicialmente por 21 naciones y firmado como tratado en la Casa Blanca, en presencia del presidente Franklin D. Roosevelt, el 15 de abril de 1935, y todos los miembros de la Unión Panamericana. Posteriormente, fue firmado también por otros países. Hoy, con 7000 pinturas en su haber, Roerich ocupa un lugar propio en el mundo del arte. Su literatura también es interesante. Su libro "El Gozo del Arte" contó con una introducción de Radhakrishnan y "Maravillosa Unidad" con un prólogo de Tagore.
 
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Ahora me tomo el primer café de la mañana (podría cambiarlo por un té negro con leche como ayer por la tarde) y escucho "La canción de la India" de Rimsky-Korsakov que me regaló por esta red social el poeta argentino Héctor Berenguer a la misma hora en que leía sobre Roerich:
 
Sí, es un deporte de riesgo que une el tiempo y el espacio.

domingo, 27 de julio de 2025

"Todos somos extranjeros alguna vez".


 
Me dijo un santón en la India: "Extranjero, busca dentro de ti. Deja de ir de aquí para allá y busca dentro de ti. En ti mismo reside el poder supremo". Había leído algo similar en el Tao siendo adolescente. Otro santón me contó esta historia: "Antes de su manifestación, el mundo era una enorme masa de leche. Los dioses anhelaban la inmortalidad y decidieron batir la leche para conseguir su esencia última, o sea, el néctar de la inmortalidad o ambrosía , el dulce "amrita". Después de comprobar que eran pocos para esa labor, recurrieron a los "asuras" (demonios). Entre todos batieron la leche lo necesario para lograr el "amrita", pero una vez conseguido los demonios se apoderaron de la jarra ("kumbha") que lo contenía. Para recuperar la esencia de la inmortalidad (también llamada "soma"), los dioses emprendieron una reyerta contra los demonios y el resultado de la misma fue que el néctar se salió de la jarra y se desparramó sobre el mundo".
 
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Anoche el sol se perdió por el horizonte y sonaba esta música:
 
Ahora me despierto, escribo y sigue sonando. Todo está en paz en mi corazón y en mi mente.

"Somos el amor que damos sin esperar nada a cambio".


 
Esta fotografía es del otro día en su casa. Javier sigue celebrando misa a sus más de 90 años, y a veces lee en la iglesia este texto que le dediqué en mi último libro. Estos pequeños detalles son los que justifican mi literatura, esa media vida sentado frente a la página en blanco en busca de un sentido a la vida y a mi propia literatura:
 
"Ayer por la tarde me fui a ver a mi cura vasco favorito, Javier Ruiz de Arcaute y Vélez de Mendizábal, uno de mis amigos íntimos tras más de media vida juntos. En las últimas semanas no lo ha pasado muy bien, por un problema de diabetes, lo que le ha llevado a estar tres semanas en el hospital. Como he dicho otras veces, Javier conoce a la perfección mi manera de ser y siempre me ha llamado “santo laico”. Con él he vivido multitud de experiencias y hemos compartido un despacho en la Universidad a lo largo de muchos años (es sociólogo e impartió esta asignatura). Me siento orgulloso de todo lo que me ha enseñado sobre esta vida y sobre la otra. Con él yo puedo hablar de todo, de política (de las próximas elecciones), de fútbol (de cómo nos alegramos de que el City eliminara al Madrid de la Copa de Europa, jeje; él es del Athletic de Bilbao y yo del Atlético de Madrid) y de su visión progresista de la vida (por eso somos amigos íntimos). En cierto momento volvió a repetir la frase del principio. En realidad somos el amor que hemos dado, dijo. Y de nuevo su frase me recordó la 1ª Carta de San Pablo a los Corintios, uno de los textos más hermosos y profundos que se han escrito sobre el amor:
 
1. Aunque hablara todas las lenguas de los hombres y de los ángeles, si no tengo amor, soy como una campana que resuena o un platillo que retiñe.
 
2. Aunque tuviera el don de la profecía y conociera todos los misterios y toda la ciencia, aunque tuviera toda la fe, una fe capaz de trasladar montañas, si no tengo amor, no soy nada.
 
3. Aunque repartiera todos mis bienes para alimentar a los pobres y entregara mi cuerpo a las llamas, si no tengo amor, no me sirve para nada.
 
4. El amor es paciente, es servicial; el amor no es envidioso, no hace alarde, no se envanece.
 
5. No actúa con bajeza, no busca su propio interés, no se irrita, no tiene en cuenta el mal recibido.
 
6. No se alegra de la injusticia, sino que se regocija con la verdad.
 
7. El amor todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta.
 
8. El amor no pasará jamás. Las profecías acabarán, el don de lenguas terminará, la ciencia desaparecerá.
 
9. Porque este saber queda muy imperfecto, y nuestras profecías también son algo muy limitado.
 
10. Y cuando llegue lo perfecto, lo que es limitado desaparecerá.
 
11. Cuando era niño, hablaba como niño, pensaba y razonaba como niño. Pero cuando me hice hombre, dejé de lado las cosas de niño.
 
12. Así también en el momento presente vemos las cosas como en un mal espejo y hay que adivinarlas, pero entonces las veremos cara a cara. Ahora conozco en parte, pero entonces conoceré como soy conocido.
 
13. Ahora, pues, son válidas la fe, la esperanza y el amor; las tres, pero la mayor de estas tres es el amor.
 
En el coche busqué el CD con la música de Azul, de Krzysztof Kieślowski, con la “Canción para la unificación de Europa”, según la epístola de San Pablo".
 
("Himno al amor", de "Un hombre que se parecía a Al Pacino", Pagés Editors y Universitat de Lleida, 2023, pp. 282-283.
 
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La música y la película solo pueden ser estas:
 

sábado, 26 de julio de 2025

"Esa parte jipi que no puedo evitar".



 
 
En algunos lugares medio escondidos del centro de las ciudades aún puedes encontrarte tiendas donde se mezclan la ropa de cualquier época que ya está pasada de moda porque nunca lo estuvo, carteles de aquellas películas clásicas que se nos quedaronn grabadas en un rincón de nuestra biografía en blanco y negro, e incluso unas mesas con bancos destartalados en un jardín tropical en que puedes tomar un té negro con leche y escribir y leer mientras pasa la tarde como si no pasara la vida. Son esos lugares en los que se detiene el tiempo y existe el deseo de sentirte ser humano y te arropen conversaciones de gentes de todas las edades, como en las fotografías del otro día, para que todavía puedas seguir narrando la vida como se cuenta el génesis de un mito o una leyenda. Soy antimilitarista por definición, filosófica y genéticamente hablando. Nunca he concebido que unas personas maten a otras en defensa de unos valores absurdos, como la patria, el dinero o el poder (¿el poder de qué y para qué), algo que ya he contado en mis novelas "La paz de febrero" y "Entrevías mon amour". He elegido hacer el amor y no la guerra, pasarme media vida haciéndolo. Hacer el amor es bueno para la salud, la física, la mental y la espiritual. La verdad es que las chicas que he conocido a lo largo de mi vida siempre me han sonreído nada más conocerme y querido pasear conmigo hasta sentarse en un banco del parque y tomar una horchata. Después terminábamos sentados en una de esas sillas de las terracitas de los Cafés de París, Madrid o Londres viendo pasar a la gente, sonriendo y besándonos. La otra mitad de mi vida la dedico a escribir, estudiar, viajar y dar clase, lo que he contado en las otras novelas y libros de cuentos (también en los libros científicos que he escrito). Ya te he dicho alguna vez (en el fondo, siempre te lo estoy diciendo a ti) que todo comenzó en la Universidad de California en Berkeley, donde me invitaron a dar clase durante los meses de una primavera de mi juventud. En aquella época las chicas aún llevaban flores en el pelo y Scott McKenzie cantaba el himno por excelencia de los jipis:
 
Y sabía que te conocería.

viernes, 25 de julio de 2025

"El buen escritor y el lenguaje del amor".


 
Otra cosa que me gusta de París además de callejear por sus calles por el simple placer de perderme entre su presente, su pasado y mi cerebro, son sus escritores y sus películas.
 
Tanto Flaubert como Maupassant pensaban que el buen escritor es el que abre nuestros sentidos y disciplina nuestras sensibilidades. Los dos fueron como un padre y un hijo. Flaubert escribió cuatro novelas enormes, entre las que hay una obra maestra; Maupassant varias novelas interesantes y un conjunto de relatos extraordinarios. Mientras me tomo el primer café de esta agradable y bella mañana de verano, recuerdo lo que una vez dijo Flaubert a Maupassant, en el sentido de que "en todo hay una parte sin explorar porque estamos acostumbrados a usar los ojos solo en asociación con la memoria de lo que antes de nosotros han pensado otros del objeto que estamos mirando. Hasta lo más pequeño tiene dentro algo desconocido". En este sentido, mientras apuro el café pienso que siempre que escribo intento enfatizar esa cualidad desconocida, a través de la fuerza de la metáfora, por ejemplo, o valiéndome de la ternura para señalar lo que solemos olvidar. Prefiero ser un escritor piadoso que un escritor despiadado, y siempre busco la elegancia y el buen gusto a la hora de expresarme. Maupassant defendía la tesis, asumida asimismo por Flaubert, de que la vida íntima de todo buen escritor era algo que no concernía al público. "El artista debe arreglárselas para hacer creer a la posteridad que nunca existió", escribió Flaubert a Louise Colet. En ese sentido, Maupassant le consideraba también como un evidente ejemplo a seguir. "Fue el apóstol más ferviente de la impersonalidad del arte. No consentía que el autor fuera adivinado, que dejara caer, en una página, una línea o una palabra un solo ápice de su intención o propósito". Por meterme yo en el medio, el otro día la escritora y profesora Montserrat Abumalham (Nuria Condor) me dijo que tratara de averiguar lo que había de misterioso en mí; y añadió que se refería a lo inescrutable, lo inefable, lo incomprensible, pero real y evidente. Y terminó llamándome escritor romántico. Queda un tercer aspecto del "buen escritor". Para Maupassant, Flaubert no fue un moralista. En su opinión los grandes escritores no se habían preocupado nunca ni de la moral ni la castidad como ocurrió por ejemplo con Apuleyo, Aristófanes, Lucrecio, Ovidio, Virgilio, Rabelais o Shakespeare. Si un libro contiene una enseñanza, debe de ser a pesar de su autor, por la misma fuerza de los hechos que nos cuenta. Flaubert consideraba estos principios como artículos de fe. De Madame Bovary negará su carácter realista o naturalista, como siempre aseguró la crítica de su época. Maupassant consideraba que su maestro estaba todavía bajo el influjo del romanticismo, de Victor Hugo o Chauteabriand.
 
Y el cine francés, por ejemplo "Un hombre y una mujer", con esa música y ese lenguaje del amor. Decía un escritor del XVIII muy viajero que el inglés es impersonal y está hecho para los negocios, el alemán para hablar con los caballos, el español para hablar con Dios y el francés para hablar y hacer el amor. Cómo no me van a gustar el cine, la literatura y hacer el amor en francés:
 

jueves, 24 de julio de 2025

"¿Los libros tampoco pueden criticar al Gobierno?"





 

Otro programa cultural de RTVE que no seguirá hablando de libros la próxima temporada es Sexto Continente de Radio Exterior. Lo dirige el escritor Miguel Angel de Rus (en la primera foto) "sin dogmas y sin aburrir a las ovejas, sin rollo institucional y sin servidumbres a las grandes empresas ni al famoseo, solo con la literatura", como dice él mismo. Es un programa libre e independiente que no busca comulgar con las opiniones de este Gobierno (o de cualquier otro) ni perseguir las audiencias masivas, como si la radio pública fuera una mera radio privada. El programa de mayo sobre el libro de la filósofa y pintora Paloma Hernández "El fin de la izquierda" (en la tercera fotografía) parece ser que no gustó a los que mandan en esta radio y en este país, como ya me dijo Miguel Ángel cuando lo encontré en el Retiro una tarde en la que me fui a dar una vuelta con el poeta Javier Del Prado Biezma por la última Feria del Libro, y ayer me lo confirmó por teléfono.

Aquí se puede seguir la entrevista:

https://lnkd.in/dCs-CDef

Yo he estado varias veces en este programa. En la segunda fotografía se ve que me lo pasé muy bien porque hablé con Miguel Ángel desde los estudios de Radio Nacional en Santa Cruz de Tenerife. La última entrevista en este programa fue de diciembre de 2023 hablando de "Un hombre que se parecía a Al Pacino". La dejo por aquí por si a alguien le apetece escucharla, tras tomarme un café y antes de irme de paseo por esos mundos de Dios:

https://lnkd.in/d5wQTbbP

Por cierto, qué sosos y antipáticos son los que únicamente tienen poder.

"Pasear por París y por el interior de un cuadro".


 
Siempre me ha gustado que me pintaran en el interior de un cuadro impresionista. Ya no estamos en el año 1874 sino en 2025 y continúo pidiendo lo mismo al arte y a la literatura. Que viva en su época, que no haga caso a los estilos establecidos tantas veces leídos, como si siguiéramos inmersos aún en el Romanticismo y las Vanguardias, e incorpore las nuevas tecnologías y las nuevas ideas que vienen de la Física, las Matemáticas, la Ingeniería, la Economía y haga literatura y arte con todo ello, pero sin que lo parezca. El escritor es el que crea y recrea y por eso debe conocerlo todo. En lugar de blancos, grises y negros, los impresionistas representaban sombras y luces en color. La pincelada suelta lograba un efecto natural y espontáneo, pero tan solo en apariencia puesto que sus composiciones estaban realmente construidas con sumo cuidado y exactitud. Además de su compleja y brillante técnica, los luminosos colores de los lienzos impresionistas resultaban chocantes para los ojos acostumbrados a los colores más sobrios de la pintura académica. Los artistas independientes optaron por no aplicar el espeso barniz dorado que los pintores solían utilizar para atenuar sus obras. Las pinturas en sí mismas también eran más vivas. El siglo XIX presenció el desarrollo de los pigmentos sintéticos para las pinturas de artistas, proporcionando vibrantes tonos de azul, verde y amarillo que los pintores nunca habían usado. El Canotaje de Manet, por ejemplo, presenta una extensión del nuevo azul cerúleo y ultramar sintético. Quizá el principal escenario de la modernidad a finales del XIX fue París, renovada entre 1853 y 1870 con Napoleón III. El barón Haussmann trazó los planos, derribó edificios antiguos para crear más espacios abiertos y una ciudad más limpia y segura. El asedio de París en la guerra franco-prusiana de 1870 contribuyó a su nueva imagen con amplios bulevares, jardines públicos y grandes edificios. Algunos se centraban en los paisajes urbanos y otros en los habitantes de la ciudad. 
 
Y ahora salgo del museo de Orsay después de pasar la noche entre cuadros (o el día, pues para eso soy escritor) y me dedico a callejear sin ninguna dirección en concreto, sin mapas en la mano o el Google Maps que me permite llegar a los sitios sin perderme, cuando lo que a mí siempre me ha gustado es perderme, y termino bailando jazz en el Caveau de la Huchette, en el Barrio Latino, para vivir el final más bello y triste de una película del siglo XXI:
 

miércoles, 23 de julio de 2025

"Cuando me compararon con Faulkner".


 
El otro día me saqué una foto en una librería junto a "Entrevías mon amour" (2009, Bartleby) y la guardé en el móvil. Ahora la miro, me tomo el primer café de esta hermosa mañana de verano y recuerdo la reseña que escribió en la "Revista de Libros" Santos Alonso, uno de los mayores críticos de este país. Tuve la suerte de tenerle como profesor en la Universidad Complutense en la asignatura "La crítica literaria en los medios de comunicación", aunque discutimos a veces en clase y en los descansos puesto que no opinábamos lo mismo de determinados escritores y novelas. Santos llegó a compararme en su artículo con Faulkner, y esto son palabras mayores, además de referirse a mí anterior novela, "La paz de febrero" (2006, Izana). Si alguno de mis amigos de las redes no la ha leído, la dejo por aquí mientras apuro el café:

 
Santos tituló la reseña "Mirar al pasado, explicar el presente", lo que recuerda las palabras del filósofo y teólogo danés Søren Kierkegaard en el sentido de que la vida solo puede ser entendida mirando hacia atrás, pero debe ser vivida mirando hacia adelante. Y eso es lo que hago yo siempre con el arte, por ejemplo con la música, me refiero a la gran música, claro, como las dos óperas de Gluck sobre Ifigenia, el personaje mítico que atraviesa mi novela de principio a fin, la hija de Agamenón que este decide sacrificar, como condición del oráculo, para seguir el viaje de su armada hacia Troya:
 

lunes, 21 de julio de 2025

"Hace un millón de años ya pensaba en ti".


 
De algún rincón oculto de la cueva prehistórica viene una música que combina la espontaneidad con la melancolía. Las notas parecen salir volando de la página. Me dejo llevar por los rasgos de tu rostro como en una marea que me trae las olas a tu presencia. Sé que se debe a la compleja evolución del Universo y tu propio cuerpo de mujer, que no es otra cosa que el resultado de las diferentes fases de creación y destrucción de la vida y dan sentido a este paisaje subterráneo. La complejidad de la cueva muestra una evolución lenta pero incesante en continuo proceso de transformación. Si ascendemos gracias a la luz, ahora descendemos con la oscuridad, nos hacemos “tragar”. En el vientre de la Madre no tenemos miedo de la noche y sus tinieblas son la oscuridad. La noche se llena de colores, es el culto romántico de la Mujer. Y los valores de intimidad, de la muerte y la tumba como reposo, lo contrario del abismo. El descenso se convierte en hueco y en este hueco tiene lugar la búsqueda del Centro. el Grial, el Vaso, el Huevo Cósmico. El viaje al fondo de la Tierra conlleva la valoración de las substancias, de la leche, la miel, el vino, los excrementos, el limo y el barro. Todo es viscoso, todo es homogéneo:
 
Como ella, como tú.

domingo, 20 de julio de 2025

"La imposibilidad de la libertad del amor".


 
Ayer estuve escuchando "La Traviata" de Verdi en el Teatro Real, en la versión del alemán Willy Decker que escandalizó hace ya 20 años en Salzburgo. Esta cortesana no vive en París ni muere en un diván de terciopelo, sino en una pista de hielo existencial donde se unen el amor, la muerte y el tiempo. No hay burguesía que la redima, solo un escenario blanco, un reloj gigantesco como símbolo fálico del tiempo que se agota y de la fatalidad. Esta "dama de las camelias" que en realidad se llama Margarita y la escribió el hijo de Alejandro Dumas (el autor de "Los tres mosqueteros" y "El conde de Montecristo") no va del amor, sino de lo contrario, el rechazo que causa a la sociedad tener a dos personas enamoradas y felices. Si Violetta o Margarita mueren, no lo hacen por tuberculosis, sino porque no tienen espacio en un mundo que las olvida cuando dejan de ser útiles porque ya no son guapas o guapos o no se comportan como los políticos y medios de comunicación de turno nos dicen que hay que comportarse. Es lo que hace el sistema capitalista salvaje con los medios de producción innecesarios o agotados o viejos, o la forma en la que se comportan los políticos corruptos que se aprovechan siempre de los débiles (llámese mujeres, emigrantes, etc.). 
 
Esta es la ópera:
 

sábado, 19 de julio de 2025

"Eso de ser un romántico".



 


Si vas a Segovia tienes que comer en Cándido, mientras su hijo, que me dijo que ya pasa de los 93 años, corta el cochinillo con el plato. El mesón se encuentra junto al acueducto, hasta el primer piso se sube por una estrecha escalera e incluso se puede comer al lado de Romy Schneider mientras bromea con el Cándido original. Aquello estaba lleno de fotos de políticos y de personajes de la prensa del corazón, pero obviamente no les presté atención. Me fije en el rostro de Romy Schneider y me acordé de la película donde interpretaba a una Sisí madura dirigida por Luchino Visconti, el director aristócrata (su linaje se remonta a tiempos de la Edad Media), marxista y soñador. Gracias a él siempre tendremos a Thomas Mann, Gustav Mahler y Venecia, la ciudad que nunca ha existido y solo habita en el arte y la literatura, y por lo tanto en los sueños y en la imaginación. "Muerte en Venecia" es una de las películas de mi vida y el otro día la volví a ver en TCM, por enésima vez. Mientras escuchaba el Adagietto no dejé de pensar en "El gatopardo" de Lampedusa, que la precedió, y "Ludwig", que vino a continuación. En su día vi en el cine Bellas Artes la versión de cuatro horas de "Ludwig", la penúltima película de Visconti, la vida de Luis II de Baviera, el rey loco, primo de Sisí y mecenas de Wagner por su amor a la belleza. Visconti es Ludwig o Gustav Aschenbach o el Príncipe de Salina. El Alcázar de Segovia inspiró el castillo de la Bella Durmiente de Disney junto a alguno de los castillos de este rey loco y melómano de Baviera, que construyó el teatro de Bayreuth para que se estrenaran las óperas de Wagner, y que tan feliz me hizo en mi adolescencia.
 
En el coche sonaba "Lohengrin", su ópera más romántica, la música de la película de Visconti
La vida es pasión o no es. Mi vida es una melodía de Wagner o de Mahler, los sueños de Visconti, una tarde dentro de un cine, con la luz apagada, encendidos solo los sueños.
 
La vida, mi vida, son cuatro horas mirándote a los ojos mientras tú me besas.