Si vas a Segovia tienes que comer en Cándido, mientras su hijo, que me dijo que ya pasa de los 93 años, corta el cochinillo con el plato. El mesón se encuentra junto al acueducto, hasta el primer piso se sube por una estrecha escalera e incluso se puede comer al lado de Romy Schneider mientras bromea con el Cándido original. Aquello estaba lleno de fotos de políticos y de personajes de la prensa del corazón, pero obviamente no les presté atención. Me fije en el rostro de Romy Schneider y me acordé de la película donde interpretaba a una Sisí madura dirigida por Luchino Visconti, el director aristócrata (su linaje se remonta a tiempos de la Edad Media), marxista y soñador. Gracias a él siempre tendremos a Thomas Mann, Gustav Mahler y Venecia, la ciudad que nunca ha existido y solo habita en el arte y la literatura, y por lo tanto en los sueños y en la imaginación. "Muerte en Venecia" es una de las películas de mi vida y el otro día la volví a ver en TCM, por enésima vez. Mientras escuchaba el Adagietto no dejé de pensar en "El gatopardo" de Lampedusa, que la precedió, y "Ludwig", que vino a continuación. En su día vi en el cine Bellas Artes la versión de cuatro horas de "Ludwig", la penúltima película de Visconti, la vida de Luis II de Baviera, el rey loco, primo de Sisí y mecenas de Wagner por su amor a la belleza. Visconti es Ludwig o Gustav Aschenbach o el Príncipe de Salina. El Alcázar de Segovia inspiró el castillo de la Bella Durmiente de Disney junto a alguno de los castillos de este rey loco y melómano de Baviera, que construyó el teatro de Bayreuth para que se estrenaran las óperas de Wagner, y que tan feliz me hizo en mi adolescencia.
En el coche sonaba "Lohengrin", su ópera más romántica, la música de la película de Visconti
La vida es pasión o no es. Mi vida es una melodía de Wagner o de Mahler, los sueños de Visconti, una tarde dentro de un cine, con la luz apagada, encendidos solo los sueños.
La vida, mi vida, son cuatro horas mirándote a los ojos mientras tú me besas.
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