Toda la vida me han dicho que soy un excéntrico, un extravagante, por ejemplo en mi forma habitual de vestir. Rodeado de hombres con corbatas y de mujeres con traje de chaqueta, yo me ponía pajaritas y vaqueros. Si todo el mundo llevaba vaqueros, entonces vestía trajes. Supongo que es esa necesidad que tengo de ver la vida tanto en color como en blanco y negro.
"Es como si la sinfonía de la calle se integrara en la mente de quien fotografía en color", dijo el fotógrafo Joel Meyerowitz (Nueva York, 1938), que ha recibido el premio PHotoESPAÑA 2025. El otro día, antes de ver en el teatro Fernán Gómez "Casa de muñecas", estuve viendo una exposición de su obra en el mismo teatro. Inspirado por el fotógrafo suizo Robert Frank, Joel Meyerowitz dejó su trabajo en una agencia de publicidad en 1962 y comenzó a fotografiar las calles de Nueva York. La mayoría de los fotógrafos disparaban en blanco y negro, pero él optó por usar película a color. Fue uno de los primeros artistas en hacerlo, lo que posteriormente condujo a la aceptación de la fotografía a color como medio artístico. Siguiendo la tradición del flâneur (aquel observador callejero que deambula sin un propósito específico), Meyerowitz fotografió el mundo que lo rodeaba con una cámara de 35 mm prestada. Al encontrarse limitaciones al capturar los detalles, en 1976 comenzó a usar una cámara Deardorff de gran formato.
Lo explica en este pequeño video grabado en la sala de exposiciones del teatro Fernán Gómez:
Trabajando de esta forma, combinó la espontaneidad de la fotografía callejera con un enfoque más pausado y meditativo, y dijo que era como "pasar del jazz a la música clásica", lo que me recuerda la irresistible "Rhapsody in Blue":
Y pienso que también tengo bastante de flâneur, como les ocurrió a Gershwin y Bernstein.
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