martes, 23 de septiembre de 2025

"Anoche llegó el otoño y me pilló leyendo".


 
Como a lo largo de toda mi vida, leo varios libros a la vez y también me invento varios libros a la vez. Después los escribo si creo que me van a parecer interesantes, es decir, si realmente me gustaría que alguien los escribiera para poder leerlos. En caso contrario continúo pensando e inventándome otras historias. Mi mente se encuentra en funcionamiento las 24 horas del día, incluso por la noche cuando me duermo sabiendo que al despertar estaré lúcido, por supuesto, y con deseos de escribir y leer, de pasear y escuchar música, de dar clase a la juventud española y extranjera que cae en mis manos. Como he dicho siempre, no escribo para comer ni para que me digan lo guapo y atractivo que soy (para eso no me haría falta escribir, pues mis ex alumnas me lo llevan diciendo desde los 25 años, cuando me puse a dar clase en la Universidad). 
 
En el libro que tengo en la mano en esa foto, el último de poemas de la escritora malagueña Presina Pereiro, la autora se pregunta en el prólogo para qué escribe poesía. Luego se contesta (o lo hace la voz poética, que no siempre coincide con el autor) que ser poeta "no es un acto de voluntad, ni la verificación de un deseo, ni la inspiración de un momento. Ser poeta es inmanencia..." No le pienso llevar la contraria, aunque también creo que en su obra existe una búsqueda de la trascendencia, la otra cara de la moneda. Presina, licenciada en Filosofía y Letras, se especializó en Historia y ha tardado en publicar sus novelas y libros de poemas. Hace solo unos años me metí en su mente (es lo que procuro hacer cuando leo la obra de un escritor, si me resulta atractivo) y la verdad es que me lo estoy pasando bien. Y además en este libro, en su segundo poema, me invita a escuchar a "mi" Mahler, que suena maravillosamente bien con Bernstein:
 
"Posibilidades".
 
"La espuma de tu mar se calmó en otra playa,
y yo evoco tu sed, el modo de saciarla entre mis labios
bajo el sonido excelso de La Quinta de Mahler.
 
Me niegas.
Deliberadamente me proscribes,
me destierras a ser solo distancia,
horizonte inalcanzable.
 
Me sentencias.
Me castigas a cruzar el límite de nuestra utopía,
a alejarme de ti,
a enloquecer.
 
Me culpas.
Me condenas a buscarte en miradas sin rostros,
en los orígenes,
en la cábala,
en el alcohol,
en el sexo,
a inventar tus caricias y el delirio del clímax,
a alterar el recuerdo.
 
Ciega de ti recorro espacios sin fronteras,
esculpo tu perfil en el polvo de una hoja de olivo
y me miento, y repito
que es posible que vuelvas
para que aliente tu indolencia en mi avidez".
 
("De las horas quemadas", 2025, Ayuntamiento de Málaga, pp. 14 y 15).

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