"Las obras de arte no se pueden redimir", me dices utilizando la
frase de Benjamin y te alejas caminando bajo el chaparrón de verano.
Voy detrás de ti, te acerco el paraguas y balbuceo una frase de Adorno:
"Cuanto más aporta quien percibe una obra de arte, tanto mayor es la
energía con la que penetra en ella y guarda así internamente su
objetividad".
Desvias la mirada, renuncias al paraguas y sigues caminando en dirección al museo. Yo me doy media vuelta. Entro en un café donde un pianista interpreta a Satie.
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