miércoles, 8 de enero de 2025

"Cómo ser más feliz, más sano, más sexy y más fuerte, también en 2025".


 
Estas vacaciones he estado leyendo, entre otros, el libro "¿Por qué Beethoven? Un fenómeno en cien obras", del escritor londinense, crítico de arte y músico Norman Lebrecht (2023, Alianza). En la página 23, Lebrecht dice que "hay muchos libros que aseguran que pasar un año con Proust, Kafka, Shakespeare, Picasso o Einstein nos hará más felices, más sanos, más sexis y más fuertes". En otro momento escribe que los Beatles llegaron a asegurar, cuando él era adolescente, que eran más importantes que Beethoven, y cantaban una canción de Chuck Berry que se llamaba "Roll over Beethoven", algo así como "ríndete, Beethoven", donde también se menciona a Chaikovski:
 
Con el tiempo ya se ha visto que Beethoven perdura, indestructible, nos dice Lebrecht, y yo pienso igual, claro. Él nos asegura que "en la década de 1970 mientras mis amigos veían fútbol y perseguían a las chicas, yo me distraía sacando objetos redondos de sus fundas cuadradas. Coleccionar discos clásicos, al igual que comprar un coche británico, era un pasatiempo de perdedores". En mi caso a los diecisiete solía meterme algunas tardes, después de las clases de la Facultad donde estudiaba Económicas, en una biblioteca pública de la calle Mayor y escribía a mano todo lo que encontraba sobre Beethoven, Chaikovski, Wagner, Mahler, etcétera. Por otra parte, la verdad es que nunca me ha hecho falta perseguir a las chicas.
La primera obra en la que se detiene Lebrecht es la "Appassionata". Hace un tiempo la escuché en el Ateneo de Madrid, y luego me fui a tomar un batido de vainilla al hotel Palace, pues los hacen muy ricos. Escucharla ahora con las manos de Valentina Lisitsa es un regalo que me trae este amanecer:
 
Definitivamente, siempre seré un perdedor, aunque mi coche no sea británico sino alemán, y yo sea como el marqués de Bradomín, el donjuan particular de Valle-Inclán, "feo, católico y sentimental".

martes, 7 de enero de 2025

"Las edades de la mujer y el mar".


 
Un joven moreno tocaba la guitarra y una chica rubia de veintitantos años miraba el mar. En apenas unos instantes una señora mayor en silla de ruedas pasó por detrás de ella y también lo hicieron un perrito y otra chica en bicicleta. Al final apareció en mi móvil una niña de cuatro o cinco años, que se situó junto a la chica rubia, mientras se cruzaban otras mujeres de mediana edad. Era la vida con el mar como testigo, casi el principio y el final.

Estuve más de una hora sentado en la arena mirando el mar. ¿Sabría el mar que había empezado un Año Nuevo? 
 
¿Hubo alguna vez un Año Nuevo?

lunes, 6 de enero de 2025

"El rey guanche y yo".


 
El de piedra es el rey, claro, pero debo reconocer que algunos de mis amigos me tratáis como un rey, aunque no sea un "rey mago" como Melchor. Mientras me tomo el primer café de esta hermosa mañana, mágica y fantástica para mucha gente, como esos locos bajitos de los que hablaba Serrat, recojo dos de los comentarios que he leído recientemente por aquí. El primero es de Walter Lazo García, que dijo que yo "escribo para vivir en libertad". El segundo es de Waldina Valladares que dijo que "has hecho mil cosas, pero aún no has escrito en mi piel". Me parece que son ideas que reflejan bien el sentido del escritor y la literatura. Y como soy un romántico y "un enfant terrible", como me calificó el otro día M Jesús Egmont, me voy a subir al coche dentro de un rato para seguir viendo ese cielo y ese mar de la foto mientras escucho la Sinfonía Fantástica de Berlioz, una verdadera revolución en su época, y por tanto en todas las épocas. Esto me recuerda la conversación que tuve el otro día con la filóloga, profesora y actriz Yolanda Brown, en la Plaza Weyler de Santa Cruz de Tenerife (ella sigue elaborando una tesis doctoral sobre mi obra literaria en la Universidad Autónoma de Madrid). Yoli hablaba de ser moderno en cada momento para gustar a la gente de tu época, y mencionó a no sé qué actor que es el que se lleva de calle a las chicas, que se hizo famoso en una serie que por lo visto se llamaba Física y Química, con su barba de dos o tres días y su forma de vestir, y yo le decía que eso está muy bien, pero no podemos ser anacrónicos. Ser famoso hoy, como en cualquier época, es dejar de serlo pasado mañana, y cosas así. La obra de arte de verdad, la que queda, lo es en cualquier tiempo, aunque los gustos cambien con las modas. Y Berlioz nos dejó su Sinfonía Fantástica para constatarlo. Elaborada desde lo más alto -el mundo de Beethoven- influyó en todos los que llegaron después, como Wagner, y sentó las bases de la orquesta moderna, con lo que eso ha influido en el cine y demás:
 
Lo que yo pretendo es que que cada obra que publico sea diferente de la anterior, mientras escribo en la piel de quien me lee.

 

domingo, 5 de enero de 2025

"Bailando en el desierto".


 
 
"Recuerdo cuando mi hijo, con seis o siete años, vio la película por primera vez en casa. La mayor parte del tiempo se la pasó preguntando a su madre y a mí de qué iba la historia. No entendía el comportamiento de Basil, el escritor inglés protagonista que viaja a Creta rodeado de libros tras heredar una mina, ni a Zorba, un curioso personaje al que conoce en el puerto. Es una especie de Esopo, de contador de fábulas, y Basil se deja hechizar por él. Tal vez el intenso blanco y negro aún sorprendiera más a mi hijo, ya que él había nacido en un mundo en color. También le sorprendían la vieja Hortensia y la bella, solitaria y enigmática joven viuda. Le tuvimos que explicar que Hortensia es la vieja Europa, tan noble como culta y desvergonzada, atrapada en la isla después de buscar horizontes y aventuras, anhelando un amor de verdad entre los viajeros que se acercan a su lecho de cortesana ilustrada. Solo lo encuentra cuando aparece algún Zorba atrevido y deslenguado que la adula y le susurra viejas y dulces palabras que reviven el pasado. El problema es que la gente de la isla solo espera su muerte para apoderarse de sus cosas. La viuda, como contraste, simboliza la belleza y el misterio femenino de las mujeres sencillas pero independientes, tantas veces apedreadas por la ignorancia y la envidia. Representa la pureza original de todos los pueblos, que no alcanza a sobrevivir a los instintos primitivos, a los celos, el miedo y la venganza. Para estas dos mujeres no existe liberación, ni siquiera cuando ese Zorba valiente las defiende de la masa vengadora como si fuera un Cristo hecho hombre. 
 
Sin embargo, al final llegó el baile en la playa y el rostro de mi hijo se transformó por arte de magia. Primero fue un rostro de sorpresa y después de felicidad y alegría.
 
Lo que yo aprendí de Theodorakis fue su lucha por la libertad y los marginados; quizá por eso puso la música a la obra de Kazantzakis (que no recibió el Nobel de Literatura, sino que fue a parar a manos de Albert Camus). He leído por ahí unas reflexiones de Kazantzakis que a lo mejor guiaron los pasos de Theodorakis, que murió con noventa y seis años y también puso la música al utópico y comprometido cine de Costa-Gavras: “La felicidad no está en cielos altos y metas monetarias. Se puede encontrar en la ventana o en el patio de nuestra casa. Quizá nos llevemos al ataúd mucho dinero, si comparamos la felicidad alcanzada y alcanzable con el capital de nuestra cuenta corriente, pero no habremos conseguido la felicidad real de las cosas sencillas y pequeñas que nos rodean: la risa de los niños, la mirada tierna del ser amado, el recuerdo de las amistades y las aventuras pasadas o las melodías que han marcado momentos de nuestra vida”.
 
("Enséñame a bailar", de "Un hombre que se parecía a Al Pacino", 2023, Pagès Editors y Universitat de Lleida, pp. 31 y 32).
 
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Ayer por la tarde estuve bailando en un paisaje natural que es un monumento de la naturaleza:
 

sábado, 4 de enero de 2025

"Con un ángel que es poeta".

 


Leyendo y tomando el sol en ese banco de La Laguna, junto a la iglesia de la Concepción, se me acercó el poeta Domingo Acosta Felipe (Santa Cruz de La Palma, 1957), uno de los tipos más buenos que he conocido y de los mayores poetas que he leído. En 2015 le pedí que presentara mis "Cuentos de los viernes" en Santa Cruz de Tenerife, con la escritora Isabel Medina. Hacía tiempo que no nos veíamos y nos abrazamos con cariño. En su día me dedicó un poema incluido en su libro "Los ojos del alisio":

(A Justo Sotelo)

"Leer.
Quedarse en cada letra sin el cuerpo.
Oír sus dedos en un escalofrío.
Escribo
para borrar la tinta con la vida.
Leer es olvidar la soledad
y abrir la puerta
de las nubes.
Quemarse
en las rodillas de la duda".

Estuvimos sentados más de una hora en el banco de la fotografía, hablando de poesía y de literatura en general, y me dedicó su libro "Ramas del tiempo". Es cuando habla un ángel:

"De algo
estoy seguro.
Lo más bello
no será el poema.
Por mucho
que aprenda
o que te escriba".

"Toda la noche oyendo las estrellas y la luna.
Dormitan los violines de la aurora.

Surco la arena mirándote a los ojos,
cómplice del viento,
del pan azul que cura heridas,
de la sonrisa alada de la espuma;
sobre mis pies:
tus pies desnudos".

"Te escribo mientras paseo por tus ojos.
La sed es un aroma y ternura inexplicable
con unas gotas de utopía.
Y son estos kilómetros de ganas
en ese río que me mira
para tejer el cielo con un sueño
y abrir la boca de la vida".

Ya en el coche, Audrey Hepburn cantaba "Moon river", una canción que también escuché en el concierto de Año Nuevo:

https://www.youtube.com/watch?v=uirBWk-qd9A

Como en el caso de Mancini, los protagonistas de "mi" película son dos vagabundos recorriendo el mundo, él y ella, porque hay tanto mundo que ver.

viernes, 3 de enero de 2025

"Encuentros con escritores en Tenerife (ll)".


 
Camino de La Laguna, ayer me detuve en El Sauzal para saludar al arquitecto, escritor y actor argentino Maximiliano Crespo Naon. En 1985 vino a Tenerife, se colegió y se puso a escribir. Nos recibió en su estudio, me dijo que le gustaba mi jersey roto (que me convertía en un continuador de los punkies), charlamos sobre la vida y me regaló su última novela, "El viaje de Ulises a ninguna parte" (2024, Editorial Letra Minúscula), con un prólogo de la escritora Rosario Valcárcel, un viaje más mental que físico de un hombre mayor que imagina lo que podría ser el último amor de su vida, algo así como el último viaje de Ulises por la vida. En la temporada pasada, Maxi estuvo en la tertulia de Casa Manolo presentando un libro colectivo en el que había participado con un relato. Un par de horas después me senté en un banco de La Laguna a tomar el sol y leer la novela. Mientras lo hacía, en vez de Ulises me vino otro héroe griego mítico a la cabeza, Eneas. (Por cierto, estando allí se me acercó un poeta canario al que aprecio mucho y al que no veía desde hace tiempo, y del que hablaré otro día).
El caso es que en mi concierto de Año Nuevo había escuchado, un día antes, el rondó de Purcell:
 
Henry Purcell (1659-1695), dije a mi hijo durante el concierto, fue el creador de la ópera inglesa con "Dido y Eneas", que yo utilicé como uno de los leitmotiv de mi novela "La paz de febrero" (2006). Ahora miro el mar, amanece lentamente y escucho el lamento y muerte de Dido, cuando es abandonada por Eneas, como nos cuenta Virgilio en el Canto IV de La Eneida:
 
¿Qué es la vida sin amor?
 
En fin, recuérdame Eneas, recuérdame Ulises.
 

 

jueves, 2 de enero de 2025

"Mi concierto de Año Nuevo".


 
Ayer no me fui a Viena para escucharlo, sino a la All Saints Church, iglesia evangelista del siglo XIX que está en el Puerto de la Cruz, en el norte de Tenerife, de la Diócesis de Gibraltar. El Cuarteto Corelli interpretó obras de Händel, Purcell, Boccherini, Mozart, Chaikovski, Bizet, Shostakovich, Mancini, Edgar, Anderson, Gardel, Jenkins y Strauss, y terminó con la Marcha Radetzky como propina. Por ahí se ve a Paqui y Justo Jr. rodeados de ingleses y alemanes. Entre las obras se interpretaron dos que aparecen en sendas películas de Al Pacino, el intermedio de Mascagni en "El padrino 3" y el tango de Gardel en "Perfume de mujer". Y ya que dicen que me doy un aire a este actor, me tomo un café escuchando el final de la trilogía de Coppola:
 
Obviamente, esta trilogía es una de las obras maestras del cine y de la historia del arte, pero como termina mal, prefiero marcarme un tango con la chica:
 
Y, como soy un sentimental, apuro las últimas gotas del café con Strauss padre y Barenboim:
 

miércoles, 1 de enero de 2025

"El mar visto desde Madrid el 1 de enero de 2025".


 
Cuando era joven siempre que quería enseñar el mar a mis novias las llevaba al parque del Templo de Debod y les contaba la historia del templo que Egipto regaló a España el año 1972 por ayudarles a salvar los templos de Nubia, entre Egipto y Sudán. Levantado en el 200 a. C., era un lugar de paso para los peregrinos que se dirigían al centro religioso dedicado a la diosa Isis, en la próxima isla de Filé. Acto seguido pedía a mis amigas que se asomaran a la barandilla; desde aquel lugar podrían contemplar el mar, les decía. En realidad, distinguirían todos los mares del mundo, pues todos son de Madrid. El único problema es que están algo lejos, pero a los madrileños no nos importa, al menos a los de Chamberí, y llegamos en seguida. A tres horas se encuentra el Cantábrico, a algo más el Mediterráneo y el Atlántico, y si te subes a un avión puedes bañarte al cabo de un rato en las aguas tranquilas y transparentes de Formentera y las más salvajes del norte de Tenerife (como en ese pequeño video que me saqué ayer en Taganana). A la izquierda quedan el Palacio Real y la Catedral de la Almudena, decía entonces a mis amigas, y a la derecha el Paseo de Rosales, con quioscos donde sirven horchatas que me gustan mucho. En medio estaba mi corazón, que les pertenecía por entero.
Ellas sonreían, claro, y me besaban.
 
Después llegaría el beso de mi diosa Isis particular, que abarcaba todos los poderes femeninos, mientras escuchábamos a Chaikovski y a Chopin cerca de allí, en el Café Viena de la calle Luisa Fernanda, donde una vez invitamos a cenar a nuestros amigos antes de coger en Chamartín el tren nocturno a París, en un viaje que terminaría, literalmente, en la estación del Museo de Orsay y en mi novela "Vivir es ver pasar".
 
Siempre me han gustado las películas en blanco y negro y dar el beso en la playa "de aquí a la eternidad":