viernes, 3 de enero de 2025

"Encuentros con escritores en Tenerife (ll)".


 
Camino de La Laguna, ayer me detuve en El Sauzal para saludar al arquitecto, escritor y actor argentino Maximiliano Crespo Naon. En 1985 vino a Tenerife, se colegió y se puso a escribir. Nos recibió en su estudio, me dijo que le gustaba mi jersey roto (que me convertía en un continuador de los punkies), charlamos sobre la vida y me regaló su última novela, "El viaje de Ulises a ninguna parte" (2024, Editorial Letra Minúscula), con un prólogo de la escritora Rosario Valcárcel, un viaje más mental que físico de un hombre mayor que imagina lo que podría ser el último amor de su vida, algo así como el último viaje de Ulises por la vida. En la temporada pasada, Maxi estuvo en la tertulia de Casa Manolo presentando un libro colectivo en el que había participado con un relato. Un par de horas después me senté en un banco de La Laguna a tomar el sol y leer la novela. Mientras lo hacía, en vez de Ulises me vino otro héroe griego mítico a la cabeza, Eneas. (Por cierto, estando allí se me acercó un poeta canario al que aprecio mucho y al que no veía desde hace tiempo, y del que hablaré otro día).
El caso es que en mi concierto de Año Nuevo había escuchado, un día antes, el rondó de Purcell:
 
Henry Purcell (1659-1695), dije a mi hijo durante el concierto, fue el creador de la ópera inglesa con "Dido y Eneas", que yo utilicé como uno de los leitmotiv de mi novela "La paz de febrero" (2006). Ahora miro el mar, amanece lentamente y escucho el lamento y muerte de Dido, cuando es abandonada por Eneas, como nos cuenta Virgilio en el Canto IV de La Eneida:
 
¿Qué es la vida sin amor?
 
En fin, recuérdame Eneas, recuérdame Ulises.
 

 

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