viernes, 31 de enero de 2025

"Aquellas amigas fuertes".


 
La primera vez que escuché la Segunda sinfonía de Rachmaninov fue en el Teatro Real, cuando todavía era sala de conciertos y no había vuelto a ser teatro de ópera. Yo era muy joven y las entradas las sacó una "amiga fuerte" que tenía entonces (eso de hablar de novias no iba con la generación más progresista de la historia de España, es decir, la mía. Desde entonces hemos dado unos cuantos pasos hacia atrás, siguiendo el típico movimiento del péndulo, supongo). Ella era mayor que yo y trabajaba en el hospital de Diego de León (ahora se llama de la Princesa). Tenía el turno de noche y al salir, cansada, se ponía a hacer la larga cola del teatro. Aún no era tiempo de Internet y esas cosas. Recuerdo que aquella mañana llovía y hacía frío, pero no obstante se quedó varias horas para sacar las entradas. Seguro que me apreciaba, y con el tiempo la convertí en la médica protagonista de mi novela "La paz de febrero", pero la trasladé al hospital de La Paz, jugando con el nombre de aquella "paz" que pedimos cuando la invasión de Irak en una manifestación en Madrid en el mes de febrero de 2003 que reunió a un millón y medio de personas, que es con lo que comienza mi novela que publiqué en 2006.
 
Este pequeño video se corresponde con los aplausos del otro día al terminar la sinfonía de Rachmaninov en el Auditorio Nacional (acabo de darme cuenta de que el "bravo" que se escucha al principio es el mío), dirigida por Jaime Martín, actual director de la Orquesta Sinfónica de Melbourne y fundador de la Orquesta de Cadaqués. Y como dentro de poco escucharé en el mismo sitio su Concierto 2 de piano, del que también hablaba Clara Janés en la entrevista de RNE que compartí ayer, qué mejor que tomarme el primer café de la mañana escuchando a Claudio Abbado y Hélène Grimaud, amiga en esta red:
 
Como dijo Eliot, en mi fin está mi principio, en realidad el de todos. Y yo me limito a escribirlo.
 
Supongo que por eso soy escritor.

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