jueves, 23 de enero de 2025

"Una reflexión sobre Estética".


Cuando en 2012 leí mi tesis sobre las novelas de Murakami en la Complutense, uno de los miembros del tribunal, el catedrático de la Universidad de Zaragoza, Luis Beltrán Almería, que es experto en Teoría Estética, comentó que echaba en falta un análisis sobre este aspecto en las novelas del japonés. En el turno de respuestas le dije que me gustaba su comentario y que se notaba que se había leído la tesis (cosa que no siempre ocurre en la Universidad española), pero que había escrito quinientas páginas sobre las novelas de Murakami desde la Heterocósmica de la ficción y de los mundos posibles del teórico checo Lubomír Doležel, y no podía abordarlo todo. También es verdad que me había apetecido escribir la tesis como si fuera una novela, y me tomé unas cuantas licencias, sobre todo en el uso del lenguaje lírico de ciertos pasajes. 
 
Aprovechando la reciente publicación del libro "Paleoarte y Paisaje: una teoría estética" (2024, Editum), de la doctora de la Universidad de Murcia Gabriela Amorós Seller, he buscado el libro póstumo del filósofo alemán Theodor Adorno, "Teoría Estética" (1970), uno de los máximos representantes de la Escuela de Fráncfort y de la teoría crítica de inspiración marxista, para refrescarme las ideas y leer con sentido este libro de Gabriela, puesto que la lectura de las primeras páginas me lo ha recordado. 
 
Adorno articula una explicación teórico-crítica de la base mimética del arte, que es mimético no solo en su contenido, sino también en las actividades estéticas de la actuación y la experiencia. La mimesis estética no es simplemente lo opuesto a la cosificación, sino que es un concepto diagnóstico. La cosificación es el proceso de atribuir forma concreta a un concepto abstracto. Por ejemplo, una rosa roja puede ser una cosificación del concepto de amor. La cosificación es una idea compleja cuando se trata algo inmaterial como material (la felicidad, el miedo o el mal). Hay una relación entre personas en la que una se acomoda a la otra, se identifica con la otra, empatiza con ella. Este proceso imitativo sugiere la explicación de Adorno de la experiencia no idéntica, que implica que los sujetos se ajusten a un momento que ellos mismos no son. Platón denunció la mimesis como una mera copia de una copia. Pero Aristóteles lo consideró central para la capacidad y método de aprendizaje. El rechazo de Adorno a la mera representación como una cualidad genuinamente estética lo lleva a un tajante repudio de la fotografía como forma de arte, con lo que criticaría a Benjamin en este sentido.
 
Esto me lleva al libro "Los papeles de Walter Benjamin", del profesor, escritor y a veces tertuliano Demetrio Fernández-González, que acaba de publicar con la editorial Pygmalión, y que me llegó antes de ayer. Cuando lo lea le pediré que lo presente en nuestra tertulia, ya que tengo un cariño especial a Benjamin.
 
Escribo todo esto escuchando esa particular declaración de amor entre Du Pré y Barenboim, con el concierto de cello de Elgar como representación mimética de la rosa, es decir, del amor:
 

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