martes, 2 de diciembre de 2025

"Y encima me pagan por ser feliz".




 
¿Nos vas a dar clase el próximo curso, Justo?, me preguntaron ayer mis alumnos de 1º (también doy a alumnos de 2º, de 3º, de máster y doctorado) y pensé que es lo más bonito que se le puede decir a un profesor. Como decía el filósofo griego, a este mundo hemos venido tan solo a dos cosas, a amar y a divertirnos. Y ahora que termina el cuatrimestre debo reconocer que me he divertido con mis alumnos y he aprendido cada día con ellos, algo que también se refleja en mi manera de escribir. Como digo siempre, concibo la literatura como un reflejo de la propia vida desde la lectura, el estudio, la búsqueda del conocimiento y nuestra relación con los demás, el amor hacia ti mismo y también hacia los otros. Estar con nuestros jóvenes es muy fructífero y me sirve para escribir novelas y cuentos. Me escuchan, les escucho, debatimos, nos planteamos ideas e incluso te pueden dar el teléfono de una esteticista para que te haga la manicura y una limpieza de cutis, como me ocurrió el otro día con una alumna. Les he enseñado muchas cosas, pero no me he limitado a los temarios de las Guías Docentes. Por mi manera de ser, me he pasado más de tres meses haciéndoles preguntas, interrogándoles sobre el mundo y sobre su propio mundo y pidiéndoles que se metieran conmigo, que me criticaran o lo hicieran con ellos mismos. Es el intento por lograr la comunicación perfecta entre el alumno y el profesor, y encima me pagan por ser feliz. ¿Soy un privilegiado? Es obvio, pero qué le voy a hacer, nadie es perfecto, jeje, y yo solo me parezco a Pacino:
 
(Por cierto, a ver si me encontráis en la primera foto).

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