En el lago sagrado de Pushkar conocí a una chica argentina que me
contó su vida en la India durante los últimos seis meses. También
hablamos mucho de Borges y Cortázar.
Con este personaje empieza
mi novela, pero convertido en chico argentino que me ofrece mate
mientras los santones nos miran desde los ghats haciendo sus rituales.
Una de las cosas más divertidas de ser escritor es efectuar el proceso
de metamorfosis o estilización (que diría mi maestro García Berrio
aplicado, por ejemplo, a Pedro Salinas y
su amor apasionado por su alumna americana). Vas conociendo a personas
en todas partes, a algunas las amas, a otras las estimas, a la mayoría
las olvidas, pero siempre se quedan en un rincón de tu cerebro y afloran
en cualquier momento convertidas en personajes.