miércoles, 27 de abril de 2016

En el lago sagrado de Pushkar

En el lago sagrado de Pushkar conocí a una chica argentina que me contó su vida en la India durante los últimos seis meses. También hablamos mucho de Borges y Cortázar.

Con este personaje empieza mi novela, pero convertido en chico argentino que me ofrece mate mientras los santones nos miran desde los ghats haciendo sus rituales.

Una de las cosas más divertidas de ser escritor es efectuar el proceso de metamorfosis o estilización (que diría mi maestro García Berrio aplicado, por ejemplo, a Pedro Salinas y su amor apasionado por su alumna americana). Vas conociendo a personas en todas partes, a algunas las amas, a otras las estimas, a la mayoría las olvidas, pero siempre se quedan en un rincón de tu cerebro y afloran en cualquier momento convertidas en personajes.

Desde ese punto de vista no se me ocurre una aventura más especial que la de ser escritor.