Aunque es un día festivo, entro en una de esas bibliotecas buscando
un libro de Natsume Soseki. Unos amigos me han invitado a dar una charla
en su colegio sobre este autor y quiero leer uno de sus libros que no
encuentro por ninguna parte. De alguna manera Soseki es a la literatura
japonesa lo que Galdós sería a la nuestra. Cuando preparaba la tesis
sobre Haruki Murakami hice varios cursos de literatura japonesa y leí
"Kokoro", "Botchan" y "El caminante", que me gustaron mucho.
Subo los escalones en dirección a la tercera planta mientras leo el
anuncio de los próximos conciertos de Navidad, con obras de Bach,
Glinka, Piazzola y Haydn. Me acerco a la estantería que va de la M a la
S. Al lado del "gato" de Soseki me encuentro con mis "Cuentos de los
viernes".
¡Hay tantos libros que nos esperan para ser leídos y para ser reescritos! Los libros saben tantas cosas. Saben que, a veces, las almas de las personas enamoradas no duermen por la noche. Se levantan de la cama sigilosamente, cogen de la mano al ser amado y vagan por la Tierra guiadas tan solo por sus latidos.
Amigos, ¿os han cogido el alma alguna vez por la noche?
¡Hay tantos libros que nos esperan para ser leídos y para ser reescritos! Los libros saben tantas cosas. Saben que, a veces, las almas de las personas enamoradas no duermen por la noche. Se levantan de la cama sigilosamente, cogen de la mano al ser amado y vagan por la Tierra guiadas tan solo por sus latidos.
Amigos, ¿os han cogido el alma alguna vez por la noche?
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