Stravinski soñó con una escena ritual en la que una virgen que ha
sido elegida para ser sacrificada danza hasta morir. Su sueño,
coreografiado por Nijinsky, ocasionó un escándalo monumental en el París
de 1913. Es el misterio del arte que se funde con el nacimiento de algo
nuevo.
En 1956 Béjart transformó el sacrificio de la elegida en
la unión triunfante entre una elegida y un elegido, símbolo de la fuerza
positiva de la primavera. De niño no lo entendí (la primera vez que lo
vi en un teatro con apenas diez años), pero estaba claro que Béjart
pensaba entonces como pienso ahora, como pensaba ayer viendo la
representación de "La consagración de la primavera".
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