lunes, 14 de abril de 2025

"Me gustan los desafíos intelectuales, porque si no me aburro".


 
Da igual dónde estés, paseando por el Soho de Londres, la Quinta Avenida de Nueva York, sentado ricamente en las sillas metálicas de las Tullerías de París, dando una vuelta en rickshaw por Nueva Delhi, viendo cómo extraen el coltan en las cuevas del Congo o leyendo en la terraza de casa. Al final siempre estás contigo, con tu presente y con tu pasado, con tus vivencias y tus lecturas. Con esos profesores que has tenido desde que abriste los ojos al mundo.
 
"Te llueven lisonjas, algo casi inaudito en este mundo que algunos gestionan para convertirlo en su cortijo particular. Leyéndote -no muy frecuentemente- uno cree aún en esa esperanza necesaria para combatir ese poder omnímodo que intenta controlar nuestras almas. Me remito a Brecht al ubicarte en esos indispensables".
 
Después de leer este comentario de ayer por la mañana en Facebook de Alfonso Gómez de Molino, me acordé de las clases de mi profesor de filosofía del colegio del Pilar, el padre Jesús Plaza, al que dediqué mi última novela, en las que nos hablaba mucho de Brecht. Yo aún no era consciente de lo importante que es tener buenos profesores que amueblen tu cabeza desde niño y una casa llena de libros que hablen de sus críticas al capitalismo desde su interpretación marxista. Me refiero así a "La vida de Galileo" (1939), "Terror y miseria del tercer Reich" (1938), "Madre Coraje y sus hijos" (1939), "El círculo de tiza caucásico" (1945) y "La ópera de los tres peniques" (1928) a la que puso música Kurt Weill y que, precisamente, transcurre en el Soho de Londres. En la Alemania de los años 30, Brecht nos habla de crisis económica y miseria, de corrupción y delincuencia, de prostitución y de abusos. El popular delincuente Mackie Navaja seduce a la hija del rey de los mendigos. Una boda en un viejo gimnasio es el principio de una carrera vertiginosa en la que los mendigos, las prostitutas y la policía comparten protagonismo. Una película de Woody Allen (uno de esos escasos creadores contemporáneos con los que me gusta hablar de vez en cuando a través de sus películas y de sus libros) me recordó esta historia en "Sombras y niebla" (1991). Y todavía me veo saliendo de los Golem después de verla, como el sábado pasado tras ver "Sorda" (2025), de Eva Libertad.
 
Esta es la ópera subtitulada, aunque mejor habría que decir que es una obra de teatro musicalizada:
 
Brecht fue un gran amante de la música y la literatura, y en eso quizá tenga razón Alfonso Gómez de Molino para relacionarnos. Por otro lado Walter Benjamin fue un amigo suyo muy cercano; esta amistad se considera una de las más trascendentes del siglo XX, e incluso Hannah Arendt la consideró "única". Dentro de poco dedicaremos una de mis tertulias a Benjamin.

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