A veces me quito los zapatos para caminar por el mundo.
"En España nos pasamos el tiempo criticando".
"Nos domina la envidia y nos alegramos de que a los demás les vaya mal o, al menos, que no les vaya bien".
"Si quieres que algo no se sepa, déjalo en manos de los periodistas".
"La mujer sigue siendo la víctima, sobre todo la menos agraciada".
"La única solución para avanzar como país es la cultura, leer más libros y hacer menos el vago.
"La felicidad es un pájaro azul que a veces se posa en nuestra rama, pero luego se va a otra".
En "La señorita de Trevélez", de Carlos Arniches, que vi en el teatro el domingo se dicen muchas frases ingeniosas, como las anteriores. En el año 1916 no existían las redes sociales ni Google, Youtube y la Inteligencia Artificial, pero sí escritores inteligentes y humanos, y uno era Arniches. En su obra se encuentran algunos antecedentes de la obra de Lorca, Valle-Inclán y Bardem, y también se observa que el machismo sigue vigente en España. Hoy se habla de las "manadas" y de un machismo que no somos capaces de quitarnos de encima, como en "La señorita de Trevélez", con la gente desocupada que se dedica a criticar y a gastar bromas a los demás.
Estas son algunas escenas del montaje del teatro Fernán Gómez de la Plaza de Colón:
Y tampoco me importa ponerme en zapatillas para escuchar la gran música (incluso ir descalzo), como la de Brahms y su Sonata 2 para violín que recuerdo con afecto desde que me la regaló el que fuera director de personal del Banco de Bilbao. Pablo González de Amezúa y yo nos hicimos amigos hablando de música; a él le desesperaba la incultura clásica musical de los españoles. Hace años que no lo veo, desde que me aburrí del banco y me marché a la Universidad Carlos III a dar clase, donde solo estuve un par de años porque me pillaba un poco lejos para ir en autobús. Esta es una historia que años más tarde usé para escribir mi primera novela, "La muerte lenta" (1995, Libertarias).
Ahora sigo recordando esta música:
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