lunes, 28 de abril de 2025

"Pandora y el madrileño errante".


 
Ayer me pasé todo el día subiendo y bajando montañas, y en cierto momento empezó a escucharse en el coche "El holandés errante" de Wagner. Y tal vez soñara que me encontraba en Tossa de Mar, en la Costa Brava, un lugar donde he estado varias veces. Me gusta todo lo romántico y mítico que hay en el ser humano. Por eso me gusta el personaje de Pandora. Y no me hubiera importado ser Hendrick van der Zee (James Mason), un misterioso marinero, cuyo espíritu vaga sin rumbo alrededor de este mundo hasta encontrar a una mujer que muera de amor por él. Un día Pandora Reynolds (Ava Gardner), una mujer bellísima, llega nadando a su barco y en seguida se fija en ella puesto que es idéntica a la mujer que amó siglos atrás y murió por su culpa. Desconoce que Pandora destruye la vida de los hombres que se enamoran de ella por su incapacidad de amar o corresponderles. "Pandora y el holandés errante" (1951, dirigida por Albert Lewin) es considerada la "obra maestra del surrealismo cinematográfico", y me parece un universo de signos y símbolos. Al fin y al cabo, el mundo contemporáneo, adicto al pragmatismo, cataloga como absurdas las excentricidades del amor romántico esencialmente desmedido y loco. "Vivimos en una época en la que nadie cree en leyendas", dice el arqueólogo narrador de la historia -el propio Lewin-, con la luna y el mar, porque "conocer las profundidades de su alma sería casi tan imposible como vaciar el mar con una taza". Tossa de Mar es ahora la Esperanza, lo último que queda ya en la caja de Pandora, y en su playa aparecen los cadáveres de un hombre y una mujer. Y empieza la película de un hombre y una mujer que necesitan encontrarse para convertirse en eternos:
 
 
Como me gustan tanto el cine y la literatura, confieso que por mi vida siempre han pasado hermosas mujeres que se han enamorado de mí, mientras sonaba Wagner:
 

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