viernes, 11 de abril de 2025

"Poesía, gratitud y experiencia".


 
Siempre que me ve por la calle, en alguna presentación o me lee en las redes sociales, el poeta y profesor José Luis Morante muestra su afecto plasmado en un abrazo. Se acerca, sonríe y me abraza, algo parecido a lo que hacen mis ex alumnos cuando me ven por la calle. A ello se suman su naturalidad e inteligencia, absolutamente alejadas de la pedantería, que tan poco me gusta del mundillo literario, sobre todo cuando se mezcla con la política y el dinero. Ayer por la tarde presentó en la Librería Enclave de Libros, en pleno centro de Madrid, su obra de haikus, "Viajeros sedentarios" (2025, Editorial Garúa) y me acerqué. Y he de reconocer que me lo pasé en grande y aprendí mucho con el diálogo divertido y profundo entre él y su presentador, Juan José Martín Ramos (editor de Polibea). Casi me convencieron de que el haiku es un poema que se puede adaptar a otros lugares fuera de Japón, y además José Luis nos dio una verdadera lección de su evolución en Europa en el siglo XX. Y para terminar la velada nos leyó una selección de sus haikus tras envolverlos en las palabras de Valente, Woolf y Santôka, y por unos instantes lo vi paseando por Gredos, como dice en este pequeño video que grabé, deteniéndose ante los riachuelos, los árboles, los animales, dejándose acariciar por la brisa y los atardeceres, como nos muestra en las dos partes de su libro, "Oficio de mirar" y "El rumor de la luz". Mientras caminaba de regreso a casa por un Madrid lleno de gente, yo también viajé a la sierra de Gredos, a sus montañas y abismos que tanto me gustan, y tuve la sensación de que Bach me decía algo: 
 
Me leo el libro tomando el primer café de este viernes tan agradable, y me digo que toda la buena poesía sigue siendo romántica, y que las etiquetas de poesía de la experiencia frente a la del silencio son una bobada, y que como decía ayer por aquí hablando de Rilke, solo hay poesía buena o mala. Como asegura el crítico mallorquín Andreu Jaume (al que cité también ayer) en un artículo de 2017 titulado "El malentendido de la experiencia" (Contexto y acción, ctxt), "al hablar de poesía y experiencia el propio Gil de Biedma decía que “a nadie le ocurre un poema” como a nadie le ocurre una novela o una obra de teatro o una sinfonía. Un poema es un orden de realidad distinto, una ficción, la ficción suprema según Stevens, que puede estar hecha con materiales extraídos de la intimidad, de vivencias políticas, de figuraciones o de intenciones ocultas. Como decía Auden, un gran poema de amor puede haber sido escrito con la finalidad secreta de quitarse de encima a una novia pesada..."
 
Pasear por Gredos, escuchar a Bach. Lo que importa, como siempre en literatura, es el efecto que produce gracias a su arquitectura, a la relación que se mantiene con el lenguaje, a los desafíos más privados y al riesgo constante.
 

 

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