¿Se puede leer un libro, mirar un cuadro, escuchar una canción o
disfrutar de una película de forma independiente de su autor, aunque
sepamos que es un delincuente o, al menos, una mala persona?
Esta
es una foto de la última tertulia donde hablamos de un tema que está,
tristemente, de actualidad, con tantas denuncias de acoso sexual y
laboral. Por ahí veo a Santiago, las dos Cármenes, Jesús, Antonio,
Juana, Almudena, Mariwan, Aurora, Javier, Goyi, Ana y Benicio. Peter y
Mohamed todavía no habían llegado. Y faltaron otros amigos, como Nuria, José, Juanjo, Isabel, Antonio, Eduardo o Pilar.
Siempre me he situado cerca de Barthes cuando habla de la independencia
del texto, como otros estructuralistas o posestructuralistas. Lo que no
se encuentra ahí o en el lienzo o la partitura no existe y no debe
considerarse para emitir un juicio crítico. ¿Qué más da cuál sea o haya
sido la vida privada del autor, sus sufrimientos o alegrías? Eso, como
mucho, le interesará a él y a su familia. A efectos artísticos lo único
que importa es si la obra tiene o no calidad. La duda me surge cuando
profundizo semánticamente en lo que el autor pretende transmitirnos,
sobre si existen o no segundas intenciones. Es difícil que el "autor
implícito" -como decimos en Teoría de la Literatura- no aparezca de
alguna forma en el texto. Esto le ocurrió a Flaubert ("Madame Bovary"
soy yo, dijo), Borges, Nabokov o Cortázar, por citar a cuatro de mis
escritores preferidos.
(Antes de esta conversación una de nuestras Cármenes leyó algunos de sus poemas. Esta tarde le toca a la otra Carmen y yo hablaré de los paradigmas de la ficción literaria. Será a las 18.30 en el café Anthony´s Place, Sandoval 16).
(Antes de esta conversación una de nuestras Cármenes leyó algunos de sus poemas. Esta tarde le toca a la otra Carmen y yo hablaré de los paradigmas de la ficción literaria. Será a las 18.30 en el café Anthony´s Place, Sandoval 16).
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