Cuatro siglos antes de
Cristo, Platón y Aristóteles ya hablaron de la mezcla entre la acción de
hacer algo y el hecho de hacerlo en realidad, ese tránsito inefable que
conduce al ser partiendo de la inexistencia. Veinticuatro siglos
después, Heidegger se refirió a una luz, a ese instante casi metafísico
en el que florece una flor de la nada o la nieve se derrite y se inicia
el río del arte intemporal.
El ritmo de mis palabras procede de algún
lugar donde habita la música. Yo aprieto el bolígrafo de la "poiesis",
como en esa fotografía, es decir, de las miles de lecturas y vivencias,
de ese mirar continuamente a los ojos de las personas que me rodean y a
las huellas de sus zapatos.
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