jueves, 18 de enero de 2024

"Komorebi o el cine en estado puro".

Las películas de Win Wenders (Düsseldorf, Alemania, 1945) forman parte de mi educación sentimental. Ahí están "El miedo del portero ante el penalty" (1972), "Alicia en las ciudades" (1974), "En el curso del tiempo" (1976), "El amigo americano" (1977), "El estado de las cosas" (1982), "París, Texas" (1984), "El cielo sobre Berlín" (1987), "Hasta el fin del mundo" (1991), "Historias de Lisboa" (1994), "Más allá de las nubes" (1995), que dirigió con Michelangelo Antonioni. Con "Días perfectos", que se acaba de estrenar, recupera la poesía de estas películas. El protagonista es Hirayama, un hombre solitario de mediana edad interpretado por Koji Yakusho (se llevó la Palma del festival de Cannes al "mejor actor", con una escena final que debería exhibirse en las escuelas de cine) y que trabaja limpiando baños públicos en Tokio. Cada mañana se despierta sonriente, mira hacia el cielo y los árboles, los fotografía, riega las plantas, se toma un café de una máquina y se va a trabajar escuchando clásicos del rock en sus viejos cassettes. Apenas habla y lo hace a través de las letras de las canciones de los 60 y 70, The Animals, Patti Smith, Van Morrison, Lou Reed o Nina Simone:

https://www.youtube.com/playlist?list=PLVVG-UjfanKf83MrW06ovYokysuuMRqu6

Por el camino saluda a desconocidos y sonríe ante la tranquilad de su vida. Desarrolla su trabajo con dedicación y orgullo. Obviamente, poco a poco nos iremos enterando de algunas otras cosas ya que su personalidad es más compleja de lo que parece, como es el hecho de leer a Faulkner y Highsmith.

Este es el tráiler:

https://www.youtube.com/watch?v=K09dHSQjSEw

Y este es Lou Reed con su día perfecto que da título a la película:

https://www.youtube.com/watch?v=pjuhBZFMJ_4

Un miércoles en que aún no he empezado mis clases por la tarde puede ser un día perfecto para ir a los cines Princesa y ver un homenaje al cine de Yasujirō Ozu mientras te dan ganas de aplaudir al final.

El cine de verdad, el que me seduce, es pura poesía, con su juego de luces y sombras, lo que los japoneses llaman Komorebi.

 


 

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