Eso me ocurrió el otro día al pisar la arena de una playa blanca de
Dingle, al oeste de Irlanda, en el Ring of Kerry, por donde también pisó
y soñó la hija de Ryan, esa Dulcinea personificada, una nueva Emma
Bovary con las mismas ganas de vivir.
Sabes que Sarah Miles amaba
al maestro de escuela, pero también que le fue infiel con el joven
soldado mientras Robert Mitchum escuchaba a Beethoven y las tormentas
eran tanto exteriores como interiores. El mar se desbordaba dentro de sus cerebros y no admitía excusas.
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