Salgo de la catedral de Saint Patrick de Dublín, de rendir pleitesía
a la tumba de Jonathan Swift, al que tanto debemos los escritores, y ni
siquiera he recorrido cincuenta metros cuando me encuentro de sopetón
con una pareja de ex alumnos de hace seis o siete años.
Están en
Cork perfeccionando su inglés y han venido a Dublín a pasar unos días.
En un momento de la conversación ella saca de su bolso mi ensayo sobre
Murakami.
Ambos son amantes del
escritor japonés y cuando vieron en Linkedin que su profesor había
escrito un libro sobre él, no dudaron en comprarlo. Este hecho casual y
otros similares que me están ocurriendo confirman que es uno de mis
libros que más repercusión está teniendo, como diría el filósofo francés
Bachelard.
Les hablo de las entrevistas que me han hecho sobre
el libro y me dicen que entrarán en Youtube para verlas. Les digo que
hay una que me resultó especialmente agradable y divertida, la que me
hizo el periodista Lorenzo Rodríguez.
También les comento que ya
van diciendo las malas lenguas que se me está quedando cara de Murakami,
de tanto hablar de él. Mi alumna sonríe y dice que yo soy más guapo. Su
novio frunce el ceño y yo lanzo una carcajada.
Luego los tres echamos unas risas y unas pintas de cerveza.
(En esta ocasión no me invitan a champán, como me ocurrió hace no mucho
en Las Palmas con otra pareja de ex alumnos, pero, bueno, nadie es
perfecto, que diría nuestro dios Billy Wilder).
Este es el link de la entrevista de TV:
https://www.youtube.com/watch?v=ulyC4iYCMRk
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